La parroquia del Cor de Maria del barrio del Camp del Grassot celebra su 50 aniversario

El cardenal Joan Josep Omella invita a la feligresía a vivir con el espíritu misionero del fundador de los Misioneros Claretianos, San Antonio M. Claret

La parroquia del  Cor de Maria del distrito de Gràcia ha clausurado la celebración de los 50 años de su creación. Con este contexto y coincidiendo con la fiesta de Pentecostés celebró una Eucaristía de acción de Gracias por todos estos años vividos.

En esta ocasión especial, gran parte de la feligresía de la parroquia junto con la de Santo Tomás, con la que conforma una unidad pastoral, llenaron el templo, que recibió el arzobispo de Barcelona, el Card. Joan Josep Omella encargado de presidir. Concelebrando, estaba el párroco de la parroquia el padre claretiano Mn. Shinto Thomas, así como el Provincial de los Claretianos San Pablo, P. Juan Martín Askaiturrieta, el consejero del Gorvern General P. Joseph Mbungu-Mutu y como el arcipreste de la zona, Mn. Josep Maria Turull.

Una celebración en familia

«Ha sido una celebración muy positiva, sobre todo para reforzar este vínculo de la unidad parroquial con la parroquia de Sant Tomàs». Así lo explica Mn. Shinto, que destaca la participación de todos en la misa, también con presencia joven de los niños de catequesis y los chicos y chicas del esparcimiento.

Siguiendo las líneas pastorales en marcha, la parroquia tiene como objetivo seguir manteniendo esta unión entre los fieles y al mismo tiempo trabajar las líneas pastorales centradas en el Sínodo y el discernimiento.

Espíritu misionero de San Antonio M. Claret

La parroquia lleva el ADN de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos), herederos del espíritu apostólico del gran misionero catalán del siglo XIX, san Antonio M. Claret. Por eso en la homilía el Cardenal Omella hizo referencia al fundador San Antonio M. Claret que «sale para predicar y mostrar el don de Dios allá donde va». «En ese es el sentido de la parroquia debe fortalecernos para salir a anunciar la Palabra de Dios», dijo.

Omella instó a los presentes a hacer de la parroquia un «lugar de fraternidad y diálogo». Un espacio en medio de la ciudad donde «encontramos las fuerzas para vivir y descansar». «Nos hemos reconciliado con Dios y nos hemos alimentado de la palabra y la Eucaristía. Damos gracias a Dios por el regalo de la parroquia».

El arzobispo insistió en el espíritu misionero de Claret, ante la indiferencia y las dificultades. En este sentido el Cardenal animó a actuar dando ejemplo de la unidad entre hermanos y recogiendo fuerza de la oración. También, como decía el fundador de los claretianos, volviendo a la fe de la Iglesia. Por último leyó una oración de San Antonio M. Claret para marcar el camino a seguir.

«Haz, Señor, que quememos en caridad

y encendamos un fuego de amor por donde pasamos;

qué deseamos eficazmente

y procuramos por todos los medios

contagiar a todo el mundo de tu amor.

Qué nada ni nadie nos arredra, Señor.

Qué nos disfrutamos en las privaciones.

Qué abordamos los trabajos,

que abrazamos los sacrificios.

Qué nos complacemos en las calumnias

y alegramos a los tormentos.

Señor, qué no pensamos sino cómo seguir e imitar a Jesucristo

a trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas. Amén.»

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