Sobre la salud y sus desigualdades

Me han pedido desde el ISCREB y el Arzobispado de Barcelona un artículo de opinión de unos 3000 caracteres sobre el tema: «Alianzas para conseguir los objetivos», en el conjunto de trabajos sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta iniciativa de la OMS trata de 17 objetivos que son universales, integradores y ambiciosos.
Las temáticas que abordan van desde la pobreza, el hambre, la paz, la salud, la educación, las desigualdades, la inclusión, la prosperidad económica, la protección del planeta, la lucha contra el cambio climático, las ciudades y los territorios, la energía, el consumo y la producción sostenibles, etc. La temática que, por mi profesión, me es más cercana sería el Objetivo 3 que es la de «Salud y Bienestar»
Me lo piden desde mi «supuesta» experiencia y conocimiento de cómo ve la Iglesia Protestante estos objetivos.
No sé si me atreveré porque se me plantean serios problemas. El primer problema que me encuentro es que mi respuesta comportaría una experiencia sobre el conocimiento de este tema, y que mi respuesta me parecerá siempre parcial y vinculada a una experiencia personal muy particular y sin pretensión de ser universal. El segundo problema es cómo un artículo de esta extensión, puede ser una respuesta protestante a uno de estos objetivos que pretenden ser tan ambiciosos, integradores y universales. El tercer problema que se me plantea es la cuestión de cómo yo puedo hablar en nombre de la Iglesia Protestante y aún más, en nombre de las comunidades protestantes y/o evangélicas de mi entorno, que no están precisamente unidas en sus mensajes sociales. Claro que el mundo protestante no ha sido nunca uniforme, sino todo lo contrario. Es un mundo muy variante tanto en temas dogmáticos como en cuestiones vivenciales.
Si una característica se ha hecho presente a lo largo de estos quinientos años de Reforma son los diferentes intentos de dar respuestas de cualquier tipo a las cuestiones que se han ido planteando en cada momento y en cada sitio. Respuestas conservadoras en alguna ocasión, y otras liberales como escandalosas para el resto de reformados y crecientes cristianos en general.
Ahora bien, si un principio es constante en el mundo reformado, es la centralidad de la Palabra de Dios, representada por el Evangelio de Jesús. También se ha de decir que la lectura de esta Palabra ha sido hecha e interpretada de diferentes maneras en las diferentes denominaciones que configuran el mundo protestante. Pero, todos estarían de acuerdo en que esta Palabra se ha de escuchar y también se ha de comprender.
Para mí el hecho de escuchar y el hecho de comprender la Palabra deberían significar dar respuestas concretas y poner en práctica la buena nueva del Reino que Jesús anuncia. La apuesta por el más débil y para el más pequeño, que supuso la buena nueva anunciada por Jesús, será siempre la respuesta que tendríamos que buscar.
Aun así, antes de decir nada he de escuchar lo que me aconseja la Sabiduría: reflexiona bien antes de decir nada; no tengas prisa de hablar en presencia de Dios. Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto, mide tus palabras. Porque así como el exceso de preocupaciones provoca sueños, las muchas palabras llevan a una habladuría estúpida.
Donde hay muchos sueños, abundan las ilusiones vanas y la habladuría. Tú, pero, sepas reverenciar Dios. (Coh 5, 1-2.6) Me parecería que sí. Me atrevo a escribir este pequeño artículo en nombre mío; y pienso que seguramente estaríamos de acuerdo muchas otras personas del «mundo protestante».
Me atreveré a decir que este «Objetivo sobre Sanidad y Bienestar», en el punto 3.8 cuando propone «alcanzar la cobertura sanitaria universal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a Servicios de salud esencial de calidad y acceso a medicines y vacunes segures, eficaces, asequibles y de calidad para todas las persones.» Es una propuesta que suscribo, pero creo que se tendría que completar y que dijera: para todas las personas, especialmente los más débiles y los más vulnerables.