Ricos y pobres: la voz de los Padres (y 2)

Gregorio de Nacianzo (329-390) en la época de los estudios hizo amistad con Basilio. Este, en su política eclesiástica lo llamo obispo de Sásimas, consolidando su posición metropolitana. Gregorio tenía el alma más sensible que de pastor, era más contemplativo, que un hombre de acción. Juega un papel determinante en restablecer la ortodoxia. Orador de ferviente, y excepcional sensibilidad, basta leer su Homilía 14 “Sobre el amor a los pobres” pronunciada seguramente en Cesarea, el 373, de donde era obispo su amigo Basilio, un día de fiesta, donde debía atraer multitud de mendigos con la esperanza de conseguir limosnas. El sufrimiento da a su predicación un acento moderno.
Apenas ha iniciado, en el exordio de la homilía decía: “Hermanos y compañeros de mi miseria, ya que todos somos pobres, todos tenemos hambre de la gracia divina- y las aparentes superioridades no podrían cubrir esta verdad- dejaros enseñar el amor a los pobres, no con un corazón indiferente, sino por el contrario llenos de este entusiasmo que os hará ganar el Reino (H.14)
Y va haciendo lista del tipo de miserias que sufren a quienes deben prestarles sus bienes, exhortaba a los fieles así: “Nos es necesario abrir todo nuestro ser a todos los pobres, a todos los afligidos sea cual sea su nombre de sus sufrimientos: (…) prestarles vuestra caridad si tienen necesidad: las viudas, los huérfanos, los exiliados, las víctimas de amos crueles, de magistrados descarados, de captadores intratables, de bandidos salvajes, ladrones feroces, personas arruinadas por una confiscación o un naufragio, todos tienen derecho a nuestra Piedad; levantan sus rostros implorando como nosotros mismos imploramos a Dios cuando nos falta alguna cosa.· Aun mostraba unos que eran más desgraciados de todos, los que necesitan más compasión: los leprosos. Son “las víctimas de los osos según la amenaza del profeta (IS 10, 18). Poco a poco los abandona este cuerpo que no era más que dolor, vergüenza, engaño” (…) “Hombres que parecen muertos vivientes, cruelmente mutilados, demasiado desfigurados para que se los pueda identificar y saber a qué familia pertenecen. ¿Son Hombres? Se trata más bien de sus miserables restos. Llaman a su padre, a su madre, al hermano, la patria para intentar reconocerse” (H. Sobre el amor a los pobres 14). Y continuaba: “puede ser que nos quieran recordar nuestra fragilidad y desasirnos de este amor a las cosas sensibles que creemos eternas” y no solamente la ayuda ha de ser en dinero sino que “ellos vienen porque tienen necesidad de escuchar nuestra voz, ver nuestro rostro, o para recibir algún pequeño socorro de los que nadan en la opulencia; pero todos vienen a buscar un poco de esta dulzura que experimentan al dejar ver su sufrimiento (H.14,12).
Gregorio de Niza (335-394) hermano de Basilio vivió una ola de fugitivos en la ciudad de donde era obispo. Como hoy en día en nuestra sociedad actual, el mundo de la Antigüedad Tardana conoció sus fugitivos: persones que, obligadas a “conducir una vida errante y salvaje” fueron, en consecuencia, fuertemente dependientes de la beneficencia de los otros. La pequeña población de Nisa fue un lugar de refugio para buen número de fugitivos, y que la población “autóctona” no aceptaba siempre de buen grado. En un sermón de Cuaresma, titulado el Amor a los Pobres (H.27), Gregorio invitaba a sus oyentes a ayudar a estas personas. Lanzó una llamada para influir en esta ayuda también a otros pobres: los enfermos, los mendigos, etc. Añade a su alegato la petición de practicar el ayuno con un alma pura y atenta a las necesidades de las personas menos privilegiadas. “porqué, qué es lo que el poder ha añadido a la naturaleza? No ciertamente ni el tiempo, ni el privilegio. Tienes el mismo nacimiento, parecida manera de vivir; las pasiones del alma y del cuerpo los dominan igual que a ti, que eres el señor y el otro sometido a tu dominio: dolores y bienestar, alegrías y tristeza, penas y placeres, iras y temores, enfermedades y muertes.
¿Es que hay en todo esto alguna diferencia entre amos y esclavos? ¿No aspiran el mismo aire por los pulmones? ¿No ven de igual manera el sol? ¿No mantienen su naturaleza por la asimilación de la comida? ¿No tienen la misma constitución sus vísceras? ¿No son los dos un solo polvo después de la muerte?… dime tú que en todo eres igual, qué ventaja sacas de tenerte por amo, siendo hombre, de otro hombre? Posees – dices- esclavos y esclavas, como si se tratara de un rebaño de cabras o de una manada de cerdos” (2). Afirmaba como en el principio todos eran don de Dios, entonces no existía ni mío ni tuyo, ya que todo es gracia y bendición de Dios, y se ofrecía a todos por igual la participación del bien, “entonces no se conocía la pasión de la avaricia, ni porque no tenga menos odiaba a aquel que le aventajaba ya que no existía en absoluto quien les fuera más importante” (Homilía VI 4).
Ambrosio (339-397), de familia noble romana, estudiará derecho y retórica, después entrará en la carrera administrativa. Joven gobernador de la Liguria con residencia en Milán, asistió a la elección del obispo que podía ser tumultuosa, la comunidad estaba dividida entre arrianos y anti-arrianos. De repente, los dos partidos se ponen de acuerdo y le eligen a él, aun catecúmeno, a su desagrado. Fue un pastor completo: doctor, defensor de los pobres, director de almas, buscador de la justicia, misionero. Agustín lo describe “acosado por la multitud de pobres, hasta el punto que se hacía difícil llegar hasta él”. Sólo hemos de decir de él sobre los pobres, especialmente su obra “Sobre Nabot”. En el inicio de este breve escrito ya he presentado la situación social de aquel momento.
La obra es una toma de consciencia de las más claras, sobre el origen de la propiedad, el buen uso de la riqueza, los derechos de los pobres y defensor de su eminente dignidad. Siendo obispo se hará cargo de los pobres y los miserables. En su obra Sobre Nabot, la historia del rey de Israel Acab que desea la pequeña viña del pobre Nabot, propiedad heredada de sus padres, y que el rey se la apropiará asesinándolo. A partir de este hecho, Ambrosio escribirá un tratado eminentemente social que pone en escena al rey y al pueblo, al rico y al pobre. La situación social descrita al inicio de este escrito: la división entre los muy ricos y los pobres, entre el lujo extremo y la miseria, resignada o agresiva, no hay nada”. A los grandes propietarios que tienen un montón de privilegios fiscales y en cambio los impuestos caen y aplastan a los pequeños, Ambrosio recordará a estos acaparadores de bienes una verdad cristiana: la tierra es dada a todos los hombres. Este es el trasfondo del libro de Nabot, el pobre; para la reflexión se fundamente en la Biblia y en los orientales, Orígenes, y los Capadocios le aportan un dossier de teología social, ya que tenían los mismos problemas económicos y sociales que en Italia. El principal es Basilio que pone luz sobre los grandes problemas sociales: igualdad territorial de todos los Hombres, destino de los bienes de la tierra a beneficio de todos no de algunos privilegiados. La eminente dignidad de la persona humana, exigencias sociales de los que tienen riqueza y poder.
Si el tono es mordaz, la enseñanza de Ambrosio es siempre mesurada y como se puede ver, sonará con el tono de Basilio: “La tierra ha sido establecida en común para todos, ricos y pobres. La naturaleza no conoce a los ricos, ella nos da a luz a todos pobres”. Y aún: “Tu eres administrador de tus bienes y no su soberano, tu que entierras tu oro, tu te haces su sirviente y no el amo”. En el comentario al Salmo 118, 8.22 decía: “Es injusto que tu semejante no sea ayudado por su compañero; tanto que el Señor nuestro Dios ha querido que la tierra sea posesión común de todos los Hombres y ha dado sus frutos a todos. Es la avaricia quien ha repartido los derechos de posesión. Entonces no es justo que aquel que reivindique como propio lo que ha sido dado en común a todos los humanos. Distribuya su parte a los pobres; no rechaces su alimento a quienes con los que compartes un mismo derecho.”
La obra Sobre Nabot nos mostrará una cuestión central de un auténtico cristianismo verdaderamente encarnado de la Iglesia ante las realidades terrenales, la riqueza, el dinero (3).
Basten, al acabar, estos textos de Ambrosio: “¿Qué diferencia existe entre el rico que se traga todo lo poco que poseen los pobres, empujado por la voracidad insaciable de su avaricia, y el tiburón con el vientre lleno de peces pequeños? El rico ha de morir y de nada servirán sus espolios, al contrario, sus rapiñas detestables le harán más infame. Se pesca el tiburón y es una presa inútil. ¡Cuántos peces se encuentran en sus entrañas y ellos mismos habrán devorado a otros! De la misma manera tú, ¡oh rico! juntas tus bienes, producto del robo de otros. Uno se había apoderado de los bienes de un pobre, y tú, al desnudarlo, añadiste a tus riquezas dos nuevos patrimonios.
Te excusas diciendo que estás vengando a los desgraciados cuando en realidad cometes el mismo delito que aquel a quien castigas, y eres más injusto que el más injusto, más inicuo y avaro que ellos; estate atento que no encuentres el mismo final que el tiburón: presta atención al anzuelo y a las redes. Te crees potente y que no hay quien se te pueda resistir. También el tiburón presumía que nadie le tiraba el anzuelo, ni las redes, y si sucedía esto, las destrozaba. Y no obstante, no pudo liberarse del tridente o cayó en una trampa más resistente de donde no pudo huir” (Sobre el Hexamerón lib.5,14)
Y además, en Nabot, Ambrosio decía a quienes pensaban dar limosna a los pobres: No das a los pobres lo que es tuyo, sino que le retornas lo que es suyo”.
Seguramente habría bastado hacer un florilegio de textos de estos Padres y no este escrito más o menos mal construido.