¿Qué retos supone la sinodalidad para los movimientos de Acción Católica?

El gran reto de todo militante (adulto, joven, niño) de un movimiento de Acción Católica, a lo largo de todo el proceso educativo y de creyente, y en el seno del vínculo de comunión que crea la Eucaristía celebrada en la comunión apostólica, consiste en que saboree (viva en la fe) los dos rasgos clave de la identidad de la Iglesia del Cristo: la comunión, es decir, ser uno solo en Cristo (cf. 1Cor 10,16-17), aunque seamos muchos y diferentes, y la sinodalidad, es decir, caminar todos juntos (el sacerdocio ministerial de los consiliarios ordenados y el sacerdocio común de los militantes) con Cristo y los pobres, a pesar de la diversidad de ritmos, hacia el Reino del Padre, siguiendo el camino ya trazado (cf. Lc 9,51-19,44; Heb 12,2). Reto posible porqué la Acción Católica es la estructura sinodal cotidiana de la Iglesia local, ya que no solo pone en el mismo camino, el de la Iglesia, el de Cristo hacia el Padre, el ministerio apostólico y la vida y la acción de los y de las militantes, sino también la Palabra de Dios recibida con la misma Palabra de Dios a inculturar en la humanidad presente en la diócesis, procurando que llegue de la compleja y plural realidad diocesana.
Y, además de este grande y fundamental reto, podemos añadir tres más:
- Ser fieles a la propia identidad y misión, o sea, ser el organismo habitual diocesano para que el sacerdocio bautismal camine juntamente con el sacerdocio ministerial y para que el Evangelio llegue a todos los ambientes y realidades de la diócesis (nivel local) y a todos los rincones de Cataluña (nivel interlocal).
- Hacer bien la Revisión de la Vida –como estilo y método– para que la experiencia vivida personal y colectivamente en el mundo y desde la propia realidad infantil, juvenil y adulta, se confronte y sea cuestionada a la luz de la Palabra de Dios, y así transformada según el designio de Dios, que a menudo entra en contradicción con la realidad vivida o constatada. Y si se puede hacer, es porque se cuenta con el don del Espíritu, que otorga aquella «percepción» percepción» (sensus fidei) que ayuda a descubrir los signos de los tiempos y situarlos bajo el Evangelio y en sintonía con el designio de Dios. Una «percepción» que también debe sintonizar la onda del discernimiento del propio obispo diocesano, que vela para que lo que ha sido «percibido» esté en comunión con la Iglesia de Jerusalén (comunión en el tiempo) y a la vez con la Iglesia de Roma (comunión en el espacio). Con y desde la Revisión de Vida, el Espíritu Santo ayuda a los movimientos de Acción Católica a corregir, sanar, aclarar y adaptar la institución eclesial, e incluso suplir sus olvidos y sus errores. Y esto se puede hacer porque se está en comunión con el propio obispo, ya que el Evangelio que se anuncia e incultura en los distintos ambientes y periferias es el Evangelio de Jesucristo, y no una ideología o una serie de valores. Precisamente porque los movimientos reciben el Evangelio y no se lo inventan, y porque el Evangelio ha de ser siempre nuevo y nunca rebajado, el ministerio apostólico del obispo, de los presbíteros y diáconos debe estar siempre presente en la vida, acción y organización de los movimientos de Acción Católica.
- Vivir la propia existencia como una ofrenda a Dios y a los demás (cf. Rom 12,1), es decir, vivir eucarísticamente. Y por eso, es necesario seguir el itinerario de Jesús, el cual, fiel al designio de Dios Padre, y empujado por el Espíritu Santo (cf. Mc 1, 12), va delante y marca el camino para que nosotros sigamos este mismo camino juntos y organizadamente, es decir, sinodalmente.