Producción y consumo responsable

 

Me muevo en unos ámbitos muy concretos: una parroquia de barrio, movimientos de Acción Católica y enseñanza – estudio en la Facultad de Teología de Cataluña y sus Institutos Superiores Asociados (ISCREB e INSAF). ¿Qué producimos, qué consumimos en estos ámbitos?  Parece una pregunta fuera de lugar pero tiene una respuesta: producimos y consumimos experiencia de comunidad cristiana, de testimonio vivo de la fe, de crecimiento como personas según la voluntad salvadora de Dios Padre…

Enfoco, así pues, el tema de la producción y el consumo responsables desde la vertiente pastoral, entendiéndola como el servicio (de dar vida) al mundo. Pongo el acento en la responsabilidad. Traducido teológicamente se podría decir que nos vamos haciendo personas maduras con una fe madura, porque con nuestra vida y acción prácticas implicamos y comprometemos la acción y vida de Dios.

La responsabilidad pastoral comporta una dimensión económica en el sentido que moviliza todos los recursos (humanos, materiales y divinos) y procedimientos que asegura o, si más no anuncian-proclaman la dignidad de las personas. Esta dimensión económica enraíza en dos aspectos bien evangélicos: la austeridad y la comunidad. Es la economía de las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12 incluyendo el fragmento de ser sal y luz: vv. 13-16) y es la dinámica de Jesús como la propone Pablo en 2Co 8,9: “Conocéis muy bien la riqueza de nuestro Señor Jesucristo: él, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriquecierais con su pobreza.”

Nos miramos al espejo y reflejamos esta buena noticia. El Evangelio provoca, entonces, un cambio de paradigma: no enriqueceremos a los otros a partir de nuestra riqueza, sino al revés. Esto en la práctica significa que usaremos medios pobres. El sentido profundo de los medios pobres consiste en poner a las personas (pobres) en el centro de la acción pastoral, enriqueciendo su protagonismo y su dignidad efectivos. Así no distraeremos la mirada de su verdadero foco. Por tanto, no tendremos ni usaremos nada (bonito, perfecto, poderoso, original, extraordinario…) que pueda ofender a las personas, nada que les impida un acercamiento y una integración cordial.

Se entiende, por tanto, que los medios pobres van en contra de hacer las cosas de cualquier manera, improvisadas sin razón, dejadas a la simple buena voluntad y ya está… para poner unos ejemplos: calefacción, iluminación, limpieza, celebraciones, grupos, megafonía… Todo está al Servicio de la cualidad humana. ¿La gente se siente a gusto? ¿Se siente como en casa? Y si alguien en su casa no tiene las condiciones básicas de dignidad, entonces se nos plantea un problema, que a partir de este momento ya es compartido. La gente nos merecemos un lugar y una gente acogedora, amable, limpia (físicamente y moralmente), íntegros, dignos… La austeridad y la dimensión comunitaria van en este sentido.

Todo esto se (de)muestra con un testimonio que comporta reflexión y consciencia de la propia identidad como hijos de Dios. Una simple constatación de hechos que no ha pasado aún por el corazón (por las decisiones fundamentales= de la Palabra encarnada de la que hemos recibido gloria, gracia y verdad (Jn 1, 14-17). Demasiadas veces producimos y consumimos tan solo actividades y actos religiosos. Por eso mismo “la producción y el consumo responsables” nos exigen la conversión constante al Evangelio, a Jesús.

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P. Joan Ramon Marín

Joan Ramon Marín i Torner (Gironella – El Berguedà, 1960). Sacerdote en una parroquia de Sant Boi de Llobregat. Miembro de la asociación de Capellanes del Pradó. Consiliario internacional de la Coordinación Internacional de la Juventud Obrera Cristiana (CIJOC). Doctor y profesor en Teología (especialidad Sagrada Escritura) por la Facultad de Teología de Cataluña y los Institutos Superiores Asociados (ISCREB e INSAF).

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