Michel de Certeau, el explorador

Espíritu alerta, el jesuita Michel de Certeau (1925 – 1986) fue uno de los primeros en reflexionar sobre la nueva situación del cristianismo en la modernidad secularizada.
Hay pensadores que irrigan discretamente los saberes y las vidas, como por capilaridad. Michel de Certeau (1925-1986) es uno de ellos. Su obra circuló, casi de mano en mano, entre historiadores, antropólogos, lingüistas, teólogos y anónimos, movidos, cuestionados, seducidos también, por las obras del jesuita… hasta encontrarse citado por el papa Francisco, declarando su deuda: «En mi reflexión teológica, siempre me he nutrido de Henri de Lubac y de Michel de Certeau. Para mí, Certeau sigue siendo el mayor teólogo de hoy».
Pensar la experiencia cristiana en la modernidad
«Teólogo», Michel de Certeau lo fue. No en un sentido académico, pues su curiosidad le llevó a otros muchos campos del conocimiento (historia, semiótica, psicoanálisis, sociología, etc.), cuyos métodos respetaba. Fue teólogo por su cuestionamiento, su deseo de descifrar la nueva cara del cristianismo.
Su intención principal, el deseo que le animaba, era buscar cómo pensar la existencia cristiana en la modernidad, lo que entonces designó como «la debilidad de creer». Se puso como objetivo llevar a cabo esta obra sin ilusiones y sin falsedad, es decir, sin enmascarar sus incertidumbres sobre las maneras de continuar la tradición recibida o las dificultades para integrar a los creyentes en una cultura que desconfía de ellos o los rechaza.
La búsqueda de un «Otro» que siempre se esconde
Reflexionar sobre el gesto cristiano a finales de los años 60 y 70, en un momento en que el cristianismo estaba en proceso de «desvincularse» de la cultura y la sociedad, le hizo viajar a través de diferentes disciplinas. La historia de la espiritualidad y la mística (Pierre Favre, Surin, La Posesión de Loudun, etc.) le ofreció un campo para cuestionar la naturaleza del lenguaje espiritual.
«¿Cómo no nos preguntaremos por el lenguaje que se supone que explica nuestra fe? Cuántas palabras llevamos, que nos permanecen cerradas», escribió Michel de Certeau en 1965, justo después del fin del Concilio Vaticano II. A través de sus idas y venidas entre el presente y el pasado, buscó pensar el desfase entre el lenguaje recibido de la institución eclesial y el de la experiencia cristiana.
Michel de Certeau también se interesó por el psicoanálisis, dialogando con Lacan sobre la cuestión del deseo. Para el jesuita, el místico es un hombre o una mujer en busca de un «Otro» que siempre se esconde: «El místico es aquel o aquella que no puede dejar de caminar y que, con la certeza de lo que le falta, sabe, de cada lugar y de cada objeto, que no es eso, que no se puede ahí ni contentarse con ello».
Una inteligencia sin miedo, sin fatiga y sin orgullo
Todo su trabajo se llevó a cabo con gran modestia. Las preguntas planteadas por Michel de Certeau son todavía nuestras hoy: secularización, fronteras, alteridad, mestizajes… Le agradecemos que no haya buscado respuestas fáciles, sino haberse convertido en el testimonio de una experiencia cristiana modelada por la pasión por la alteridad. «Esta pasión por la alteridad es una fragilidad que desnuda nuestras solidez e introduce en nuestras necesarias fortalezas la debilidad de creer», escribió.