Fratelli Tutti: dos espiritualidades en buena complementariedad

 

La nueva encíclica del papa Francisco nos propone una “forma de vida con sabor a Evangelio”, como quería san Francisco de Asís en quien se inspira. Nos invita a un amor sin fronteras, inclusivo. Porque amar así da sentido al vivir y hace feliz. Con un lenguaje directo y contundente no solo quiere denunciar sino también ayudar a construir:

La Parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37): aprender a hacerse prójimo

Cualquier persona puede dejarse interpelar por esta Parábola, pues resume lo esencial de la condición humana y es fácilmente aplicable hoy. No se habla en abstracto, sino en concreto. Presentada a la manera de las contemplaciones ignacianas de los Ejercicios Espirituales, nos invita a ponernos en la piel de los personajes, ayudando a hacer emerger lo mejor de cada uno (57). Se puede perfectamente aplicar a instituciones e ideologías.

El relato nos revela eso que olvidamos a menudo: estamos hechos para amar y, amando, llegamos a la plenitud. Por tanto, “no es una opción posible vivir indiferentes delante del dolor, no podemos dejar que ninguno se quede en los márgenes de la vida”. Nos ha de indignar hasta que nos haga salir de nuestra indiferencia e implicarnos, mejor si no es en solitario. “Esto es dignidad” (68).

Jesús nos invita a hacernos prójimo de aquel que nos necesita. Y a ir ampliando el círculo hasta dar a nuestra capacidad de amar una dimensión universal capaz de traspasar prejuicios, barreras históricas y culturales e intereses (83). La fe cristiana da al reconocimiento del otro la consciencia que Dios quiere a cada ser humano con un amor infinito; esto le confiere una dignidad infinita (85). Y en cada hermano abandonado el cristiano será invitado a reconocer el mismo Cristo (Mt 25).

Espiritualidad franciscana, pero también ignaciana

Fratelli tutti tiene una clara inspiración franciscana, como explicita el Papa Francisco; pero, en buena complementariedad, se articula con la espiritualidad ignaciana, que empapa también el texto. Se destaca la urgente necesidad que de las palabras se pase a las concreciones prácticas. Porque “el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras (Ejercicios Espirituales 230, n.1).

Las transformaciones propuestas son de gran envergadura: han de empezar con un cambio personal – en cristiano conversión-, pero necesitarán de la participación de los grandes actores económicos y políticos. Las posibilidades de compromiso son inmensas. Y la Parábola puede también iluminarnos para decidir de quién hacernos prójimo y cómo y desde dónde actuar, poniendo en juego el amor político-social (=caridad política). Aquí entra en acción algo tan ignaciano como el discernimiento, que pone la inteligencia y la razón al servicio del amor para que pueda ser más eficaz. Es necesario tomar buenas decisiones desde una libertad no egocéntrica, teniendo en cuenta la suerte de los últimos. En todo podemos amar y hacer de nuestro servicio, donación a los demás.

La espiritualidad ignaciana se percibe también en los diferentes equilibrios entre local/global, individual/social, personal/institucional, en su articulación y en el énfasis puesto en la cultura de la escucha y de ponernos en el sitio del otro, como seres corresponsables. La forma de ser solidarios resulta entonces lucha contra las causas que hacen inhumano a nuestro mundo.

Un canto coral

Leyendo esta encíclica todos se pueden sentir concernidos, porque para todos hay un lugar para implicarse, según las capacidades (los dones) recibidos, puestos al Servicio de todos. Es hora de construir entre todos un “nosotros” inclusivo que abrace al mundo entero. Que la música del Evangelio no deje de vibrar dentro de nosotros y se exprese con confianza en un canto humano coral: las mil y una formas de concretar el amor fraterno.

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Dolors Oller

Doctora en Derecho, profesora de Moral Social en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, miembro de Justicia y Paz y Cristianismo y Justicia.