El testimonio de Omelyan Kovch

 

El día 9 de enero de 1999, el Consejo judío de Ucrania proclamaba un presbítero greco-católico , Omelian Kovch, “Justo de Ucrania”.

Los años que le tocó vivir Omelian, Ucrania Occidental formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, y Europa veía la agonía de los imperios y el nacimiento de la Alemania nazi con todo el montón de cambios radicales en el mundo político e ideológico del pasado.

Es en esta época turbulenta que Omelyan Kovich vivió y murió, en el momento en que el nazismo y el comunismo se iban esparciendo por Europa.

Omelian Kovch nació en el seno de una familia campesina el 1884 en Kosmach, en los Cárpatos. Su padre era presbítero y su madre también era hija de un presbítero. En su família un hermano fué  presbítero, y tres hermanas esposas de otros tantos presbíteros. También dos hijos suyos, Serhiy y Myron, serían ordenados sacerdotes. Ya sabéis que, como en las Iglesias orientales, la Iglesia greco-católica, sigue la misma tradición de ordenar a hombres casados. Después de los estudios de lo que sería nuestro bachillerato, en el camino de su vocación sacerdotal, estudió seis años de estudios eclesiásticos en Roma.

Antes de la ordenación de diácono, se casó con Mariya Anna Dobrianska, con quien tuvo seis hijos; recibió el presbiterado el 1911. El año siguiente era párroco de Kozarec (hoy Bosnia y Herzegovina). Sus feligreses eran emigrantes ucranianos pobres, por eso el padre Omelian y su familia vivian en condiciones dificilísimas. Fue cura del ejército en la guerra- ucraniana-polaca (1918-19). A lo largo de los años de guerra, el padre Kovch mantuvo firme su fe y espíritu patriótico en el servicio espiritual de los soldados. Junto con otros soldados fue hecho prisionero por los bolcheviques; conducidos en un tren al lugar de ejecución, un soldado ruso lo liberó diciéndole: “Padre, no se olvide rezar por mí”.

Prisionero también de los polacos atendió a enfermos y heridos hasta el final de la guerra entre Ucrania y Polonia el julio de 1919.

El 1922, Omelian recibió una parroquia en el pequeño pueblo de Peremysliany poblado por ucranianos, polacos, judíos, gitanos e incluso algunas familias alemanas. A pesar de la hostilidad entre estos pueblos, la mayoría de ellos vivían en un ambiente pacífico y tolerante, respetuosos de las tradiciones y ritos de los otros. Así, cuando la comunidad cristiana celebraba una festividad religiosa importante, los judíos cerraban sus tiendas y se tomaban el día libre; y lo mismo hacían los cristianos en cualquier festividad judía.

Entre guerras atendió a su parroquia, ayudando a los pobres y necesitados, participando en actividades comunitarias luchando contra la “polonización”. Así fundó un Narodny, (casa del pueblo) donde poderse reunir y celebrar las fiestas, con una sala de lectura, donde los aldeanos se reunían para leer y discutir diferentes temas; un grupo de teatro, una escuela infantil, incluso un Banco con el fin de que la comunidad pudiera tener cierta independencia financiera. Animaba a sus feligreses a defender sus derechos ante las autoridades polacas.

Después de un sermón, el padre Omelian fue arrestado y puesto en prisión durante dos semanas. Las autoridades polacas vieron como una amenaza las actividades de Omelian en favor de sus feligreses. De aquí que entre el 1925 y el 1935 su casa fue registrada más de cuarenta veces, arrestado y encarcelado.

El padre Omelian y su esposa conocían muy bien las familias pobres y necesitadas de la población; estos sabían que en la casa de su párroco tenían la puerta abierta y la mesa preparada para ellos, y , lugar de acogida para los huérfanos.

El 22 de junio de 1941, el ejército alemán entró en Ucrania, iniciando otra etapa de persecución, represión y esclavización. Los nazis ocuparon el lugar de los malditos bolcheviques, pero no pensaban restaurar ni el Estado polaco ni el ucraniano. Ucrania sería una colonia del Tercer Reich, y sus habitantes trabajadores y esclavos de los nuevos amos.

El septiembre del 1941 un grupo de soldados alemanes SS cerraron las puertas de la sinagoga del pueblo, echaron bombas incendiarias contra los fieles  allí reunidos y rodearon el edificio con tropas y armas. Un testigo recordaba como el párroco de la parroquia latina y otras personas fueron al padre Kovch y le dijeron que la sinagoga estaba en peligro. Kovch que hablaba alemán marcho a toda prisa a la sinagoga gritando que lo dejaran entrar en el edificio. Impresionados por este brioso cura los alemanes abandonaron la zona, y el padre Kovch abrió las puertas y empezó a sacar gente del edificio en llamas. Entre ellos había un rabino de Nelz, que visitaba la ciudad.

Como en otros lugares, el 1942, los alemanes crearon un gueto para los judíos de la región, desde donde eran deportados a los campos de exterminio.

A pesar de los peligros y dificultades evidentes, el padre Omelian se mantuvo fiel a su vocación y valores morales. Empezó a organizar diferentes estrategias para acoger a judíos y ayudarlos a huir. No se sabe muy bien el número de judíos que escondió en diferentes lugares, y como mantuvo con vida organizando entregas de comida y ropa donde se encontraban escondidos. Gracias a certificados falsos de bautismo un buen número se escaparon de la muerte.

A finales de diciembre del 1942 fue llamadoo por la Gestapo. El padre Omelian era consciente de que la cosa no acabaría bien. A pesar de saber lo que le pasaría, continuó sirviendo a Dios y a los hermanos. Su esposa Maryna, escribió: ”El P. Kovch en Lviv, se vistió, puso las llaves sobre la mesa y me pidió que dijera a los chicos que se mantuvieran dignos. No fueron a la Gestapo a pedir la liberación”. Estuvo detenido y torturado en la prisión de la calle Lontskoho. Para dejarlo libre le pusieron una sola condición: comprometerse por escrito a dejar de ayudar los judíos. Omelian se negó rotundamente.

A un oficial le respondió: “Eres un oficial de policía. Es tu deber buscar criminales. Por favor, deja los asuntos de Dios en manos de Dios”. La Gestapo continuó interrogándolo y torturándolo, pero él no se doblegó.

El 1943 la administración alemana nazi envió a Omelian Kvch al campo de concentración de Majdanek; le fue asignado el número 2399. En una carta dirigida a su familia y al metropolitano Andrei Sheptytsky el P.Kovch escribió: “Comprendo que os afanáis por liberarme. Pero os pido que no hagáis nada. Ayer aquí mataron a 50 personas. Si no estuviera yo aquí, ¿quién los ayudaría a aguantar este sufrimiento y entrar al otro mundo? Dejarían nuestro mundo con sus pecados, en una profunda desesperación que se cierne sobre este infierno en la tierra. Pero ahora, se van con la  frente muy alta; sus pecados quedan atrás. Cruzan el puente con alegría en el corazón y tranquilidad en sus ojos”. Omelian creía que su lugar estaba entre los condenados a muerte, el mejor lugar en el que podía llevar a cabo su misión. En otra carta escribía: “Doy gracias a Dios por su bondad  conmigo. Además del Cielo, este es el único lugar (el campo de concentración), donde me gustaría estar. Aquí todos somos iguales: polacos, judíos, ucranianos, rusos, letones y estonios. Soy el único sacerdote aquí. No puedo imaginar lo que pasaría aquí sin mí. Aquí veo a Dios, que es el mismo para todos, independientemente de las muchas distinciones religiosas que hay entre nosotros. Acaso nuestras Iglesias sean diferentes, pero son gobernadas por el mismo Dios todopoderoso. Cuando celebro la Divina Liturgia, todo el mundo se reúne para rezar… Rezan en diferentes idiomas, pero sé que Nuestro Señor entiende todos los idiomas. Mueren de diferentes maneras y yo les ayudo a cruzar este puente. ¿ No es esto una bendición? ¿No es ésta la mejor corona que el Señor podría poner sobre mi  cabeza? Doy gracias al Señor mil veces durante el día por haberme enviado aquí. No le podía pedir más cosa.

No te preocupes y no te desesperes por mi destino. En cambio, alégrate conmigo. Recen  por las almas de aquellos que crearon este campo de concentración y este sistema. Ellos son quien necesitan nuestras plegarias… Que Dios tenga misericordia de ellos”.

Las terribles condiciones del campamento quebrantaron finalmente la salud del padre Omelian. Murió el 25 de marzo de 1944, unos meses antes de la liberación de Majdanek. La causa oficial de la muerte fue la insuficiencia cardíaca. El cuerpo del sacerdote ucraniano, como miles de otros, fue incinerado en uno de los crematorios del campo.

Aun así, la memoria de los justos perdura. No se puede destruir tan fácilmente como sus cuerpos.

El papa Juan Pablo II lo beatificó a Lviv el 27 de junio del 2001.

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Lic. Josep Sastre Portella

Formación:

  • Licenciado en Teología y Ciencias Patrísticas. Augustinianum, Roma 1991.

Actividad docente y profesional:

Miembro del Instituto Menorquín de Estudios. Sec. Historia

  • Profesor de Patrología en el ISCREB virtual

Publicaciones:

  • La població de la Parròquia d’Es Migjorn l’any 1812. Migjorn Gran 1987.
  • Els somnis: un tret de la religiositat a la Menorca del segle V, «Meloussa» 4 (1997).
  • Simbologia cristiana en un pretès motlle de pans eucarístics. Meloussa 4 (1997).
  • La Carta de Sever de Menorca: anàlisi de les principals citacions bíbliques. Conselleria d’Educació i Cultura. Govern Balear: Institut Menorquí d’Estudis. 2000

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