El silencio del aula

Fotograma de la miniserie “Gambito de dama” de Netflix

Ponemos en marcha el tercer y último artículo sobre la relación entre la educación y el testimonio en la escuela cristiana intentando responder a una sospecha de fondo: ¿no será que, en una acción pedagógica marcada por las evidencias, el afán de comunicación a través de productos finales y la búsqueda de una exterioridad evaluable del proceso cognitivo del alumnado se está dejando atrás u obviando algún aspecto importante que permanece escondido?  ¿Es la dimensión testimonial del acto educativo integral un aspecto necesariamente visible o debemos resignarnos a una privacidad secular de la educación en la espiritualidad donde “la procesión va por dentro” para no herir ni condicionar convicciones o creencias?

Se educa – se acompaña, o se guía, dado que éste es el significado etimológico del término – desde lo que uno es y puede acontecer, de forma que no es posible una educación impersonal e, inevitablemente, hay un rastro – tal vez efímero y discreto – de aquellos que hacen camino en el aprendizaje de niños y jóvenes. Lo que vale para las personas, incluso, y perdonen esta debilidad de un arquitecto, vale también para los espacios; no en vano, Loris Malaguzzi, ideólogo de las reconocidas escuelas Reggio Emilia, hizo fortuna con la expresión del espacio como “el tercer maestro”, dando a entender que el diseño arquitectónico también desempeña un terciario rol educativo después de los propios padres y los docentes. Cuando finaliza la actividad de aprendizaje y el centro educativo cierra sus puertas por la noche queda todavía el testimonio silente del aula, de la vida que acoge, tal y como encontramos también un patrimonio sacro en el expectante y acogedor silencio de una iglesia. ¿Seríamos capaces, en la ausencia de actividad y personas, de captar y tomar conciencia de la explicitada presencia elocuente de estos espacios? En otras palabras, ¿somos capaces de una permanente lectura simbólica (de lo que nos une e identifica) que vaya cosiendo el ayer y el mañana de la labor educativa?

Permítanme todavía una última referencia televisiva aunque parezca dispersa. A finales de 2020 saltaba la noticia de una empresa catalana que no daba al alcance en la fabricación de tableros  de ajedrez a resultas del éxito de la miniserie “Gambito de dama”, dedicada a este juego de mesa. La protagonista de la creación televisiva es una chica huérfana que, en medio de su desdichada infancia en un centro de acogida, encuentra una tabla de salvación en el juego de ajedrez que aprende a hurtadillas con el responsable de mantenimiento, un viejo y buen hombre que vive en el sótano del edificio. Cuando ya es una reconocida jugadora profesional de ajedrez y recibe la noticia (perdona el spoiler) de la muerte de aquel hombre, no puede evitar volver a ese lóbrego sótano donde, oh sorpresa, descubre un muro con todas las noticias que “aquel miembro del PAS” (Personal de Administración y Servicios), aparentemente secundario en los roles de aprendizaje, había ido recopilando sobre ella junto a la mesa donde aprendió a jugar al ajedrez. Entre del abanico de noticias clavadas en la pared había una fotografía, la única, que se hicieron juntos cuando ella era una niña. Y la protagonista se la lleva, evidentemente, para guardarla a modo de un símbolo que “re-presenta” de dónde viene y dónde va. Como en la relación entre El principito y “su” rosa, fueron las horas dedicadas al juego con aquella pobre niña que la hicieron especial y diferente al resto. Había habido una “domesticación” – habían creado un ámbito de acogida, un refugio y un hogar – en el proceso de aprendizaje del juego del ajedrez.

Recapitulando, cuando se habla de educación y testimonio ocurre algo parecido a lo explicado. El testimonio explícito se basa prácticamente en una relación de dedicación y apertura mutua en la cotidianidad del centro educativo. Es aquello de San Ignacio de Loyola de “poner el amor más en las obras que en las palabras” que aparece como anotación previa a la Contemplación para alcanzar el amor de los Ejercicios Espirituales; que es algo más afinado que el popular «a Dios rezando y con el mazo dando», pues el testimonio «a martilladas» suele dar resultados opuestos a los deseados. Esto no quita que no pueda haber palabras performativas o significativas – de hecho, en la miniserie citada también existe algún diálogo digno de recuerdo a pesar de las pocas palabras que se dirigen los dos actores citados – porque, “de lo que sobresale del corazón, habla la boca” (Mt 12,34).

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Lic. Eloi Aran Sala

Eloi Aran es arquitecto, licenciado en teología (esp. Fundamental) y doctorando en Ciencias de la Educación en la FPCEE-Blanquerna (URL). Actualmente es el responsable del Área de Identidad y Misión de la Fundació Escola Cristiana de Catalunya (FECC); colabora como docente en el ISCREB y es miembro del equipo coordinador del Seminario Interno de Patrimonio Sacro de la Fundación Joan Maragall.

Es autor de diversas obras y publicaciones sobre arquitectura religiosa contemporánea así como de acción pastoral educativa, entre las que cabe destacar la reforma de la Iglesia del Colegio Lestonnac de Barcelona (Seleccionada en los Premios FAD de Arquitectura y Diseño), “Amor al vent. Motxilla d’un educador en el lleure” (Premio de Ensayo Bíblico) y “Ámbitos de revelación. Arquitectura y nueva evangelización”.

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