El cuidado en las religiones tradicionales africanas (1)

Si deseamos acercarnos al mundo africano no hay otro camino que hacerlo siguiendo su estilo. No para establecer clasificaciones o ponderaciones de ecuanimidad, sino para acercarnos mejor.
¿Y que es cuidar? La pregunta parece planteada estableciendo comparaciones, que a veces las entendemos más como escalones de unos valores clasificatorios que van de menos a más. Y si nos lo preguntamos, ¿no será porque estemos en busca de aquello que se ha perdido, de lo que hemos perdido: el cuidado? Lo damos todo tan por sobreentendido que acabamos olvidándolo.
Otra apreciación: Cada religión es un mundo y las religiones tradicionales africanas representan una amplia gavilla de muchos puntos de vista. Busquemos sus caminos.
La sabiduría popular nos ofrecerá con toda sencillez y crudeza el más sorprendente abanico de respuestas mediante proverbios y dichos. En Kenia oiremos decir:
«La tierra no nos ha sido dada por nuestros antepasados,
sino prestada por nuestros hijos».
Y también:
«Podrás sacar a una persona de su poblado, pero no puedes llevarte el poblado que está dentro de aquella persona».
Estamos hablando de la misma intimidad de la persona. Por lo tanto, estaría fuera de lugar olvidar la misma naturaleza que nos ha tejido, y que sigue actuando en nosotros. A lo mejor cuidar no será nada más que tener memoria.
Los baulé de Costa de Marfil sentenciarán con toda naturalidad:
«No cortes el árbol que un día te salvó del búfalo».
Y seguimos tirando del hilo, las conclusiones llegarán más tarde. En Madagascar los malgaches no dudarán en decir:
«Por muy grande que sea el baobab
siempre nace de una semilla pequeña».
Más cercano de lo que entendemos por cuidado de la naturaleza, los azande de República Democrática del Congo no dudarán en afirmar:
«No ensucies el manantial de siempre, un día lo necesitarás».
Un aspecto a destacar no es la sabiduría en sí, sino la constatación del mal que puede acarrear el olvidar ciertas realidades fuertemente vividas y experimentadas. Parece que en la idea de “cuidar”, el mundo occidental se fija prioritariamente en todo lo que desaparecería si se perdieran de vista algunas actitudes y comportamientos.
El mundo tradicional africano lo asume como parte íntima del ser creado, no como reflexión filosófica y pragmática, sino como vivencia, tan profunda, que dejarla de lado sería romper el mismo equilibrio personal.
El keniano John Mbiti, en su obra sobre religiones tradicionales africanas lo expresa así:
«La gente mira constantemente hacia … un periodo lleno de actividades y conocimientos, y mirando hacia él la gente encuentra explicaciones a propósito de la creación, la llegada de la muerte, la evolución de su lengua y costumbres, el surgir de la sabiduría, etc. La edad de oro descansa en eso, y no en el muy corto o inexistente futuro «.
El concepto de cuidar lo hemos asociado con frecuencia a términos ligados a un final, término, catástrofe, y especialmente destrucción, pero Mbiti concluye con una brillante y sorprendente constatación:
«Los pueblos africanos esperan que la historia humana continúe siempre, en el ritmo del movimiento … los días, meses, estaciones y años no tienen fin, así como tampoco tiene fin el ritmo del nacimiento, matrimonio, procreación y muerte».
Visto bajo esta perspectiva el protagonismo se lo lleva la naturaleza. Pero hemos de fijarnos en otros aspectos de la vida y del diario acontecer: la enfermedad, la vida, etc. Lo haremos más adelante.
Antoni Calvera Pi