De Jerusalén a Nicea

 

Lo que se ha venido en llamar el concilio de Jerusalén, que reunió a “los apóstoles y los ancianos», se trataría menos de un precedente histórico que de un modelo ideal. Parece que el autor de los Hechos haya querido dar este aspecto, y que y lo que es más importante, los pastores de los primeros siglos podían ver en este texto, al ser inspirado, un modelo. Aunque este texto solo fue invocado en este sentido solamente por Juan Crisóstomo en su “Comentario a los Hechos de los Apóstoles”. Este da testimonio, de que no es algo extraño en la Iglesia aún tan cercana de su matriz judía, del gobierno comunitario, no solo de una comunidad local, sino de muchas comunidades, porque hay representantes de otras comunidades además de la de Jerusalén.

Pero entre este “concilio “de Jerusalén y la aparición de los primeros sínodos en la historia de la Iglesia parece existir un vacío más o menos de un siglo. Se tendrá documentación a partir de los últimos decenios del siglo II; en esta se hace mención de asambleas cristianas para tratar de asuntos graves. Según J. E. Lanne en un artículo concluía que para los asuntos que se referían a la Iglesia local, el obispo y su presbiterio se identificaban mucho más de lo que tendríamos la tentación de creer con 17 siglos de distancia. Señala segunda conclusión que “los sínodos en sentido técnico nacieron de la asamblea de la Iglesia local de la que no son finalmente más que una extensión y que es falso oponer al principio el sínodo en sentido técnico a la asamblea local.

Continúa afirmando que “tanto como la synaxis local de una Iglesia, el sínodo comprende miembros que tienen un papel singular, los obispos, pero también los presbíteros de segundo orden, posiblemente también diáconos, sin excluir la asamblea de los fieles.

Tertuliano ya montanista en esos “concilia” en su De ieiunio: “En los países griegos se tienen en ciertos lugares determinados esas asambleas (illa… concilia) formadas por todas la Iglesias, donde se trata en común las cuestiones más importantes, y que son celebradas con gran solemnidad como la representación de todo el nombre cristiano”. Según este texto no se practicaba aún en todas las regiones, al menos no en África, ni aparentemente en Roma.

Debe esperarse a esta época para poder ver establecida la institución sinodal cuando se va imponiendo en todas partes el episcopado monárquico. En general los primeros sínodos son los provocados por los montanistas; pero antes del 170, debería mencionarse la asamblea tenida lugar en Roma el 144, en la que Marción, venido del Ponto, presenta su doctrina a los presbíteros romanos. Tuvo lugar una “audición formal” seguida de una valoración. Después se conocen sínodos en Asia Menor según Según Apolinar de Laodicea hacia el 170: “fieles” se reúnen para juzgar y condenar a los discípulos de Montano. A partir de esa fecha tuvieron lugar, en diferentes regiones, muchos sínodos, para regular la fecha de Pascua. Se sabe de reuniones en Palestina en torno a los obispos de Cesarea i de Jerusalén, en Roma junto a Víctor, en el Ponto con Amastric, en la Galia con Ireneo, en Osrhoene, en Corinto, en Éfeso con Polícrates, defensor de la práctica cuatordecinmana en la celebración de la Pascua. Posteriormente se van mutiplicaron los sínodos: En Cartago, el obispo Agripino reúne a 70 obispos de África y Numídia para reafirmar que sólo es legítimo el bautismo conferido en la Iglesia católica. En el mismo sentido se tomaron decisiones en sínodos de Asia Menor, en Iconio y Synnanda (a. 230).

En esa fecha, un sínodo de Alejandría convocado por el obispo Demetrio expulsó a Orígnes de la ciudad, y lo declaró desposeído del presbiterado. La decisión aprobada en ese sínodo se comunica a Roma, pero esa no obtuvo el mismo resultado en otros sínodos locales (Palestina, Fenicia, Acaia). Vemos a Orígenes jugar un papel importante como experto en un sínodo de Bosra ( 244-249); convencerá al obispo Heráclides de su error en materia trinitária, evitandole una condena.

Después del 250, los numerosos sínodos examinan la postura a adoptar con los “lapsi”, los caídos, durante la persecución de Decio: Cipriano marcará la tendencia a reunirse dos veces al año en Cartago en abril y en otoño. Por sus cartas podemos ver, por ejemplo, como en asisten e+n el 251, 42 obispo; un año después, en otoño se reunirán 66 obispos, y en otoño del 254, 37 obispos.

A principios del 252, un sínodo se reúne en Antioquía en el que muchos obispos del Oriente rechazan unirse al cisma de Novaciano; este rechazaba todo perdón a los lapsi. En el otoño del 255 el sínodo africano formado por 31 obispos, vuelven a discutir robre el rebautismo de los herejes confirmando la legitimidad de esta práctica. Firmiliano de Cesarea de Capadocia confirma a Cipriano decisiones análogas tomadas por un concilio en Iconio. La decisión transmitida a Roma provoca la reacción del obispo Esteban, quien comunica su desacuerdo y les intima a adoptar la práctica romana que no rebautiza. Se conservan las actas de un sínodo africano con 87 participantes en la primavera del 256, que rechaza acomodarse a la práctica romana; la muerte de esteban y del martirio de Cipriano permitió e+vitar un cisma.

En el 26+4 y en el 269 en Antioquia, tendrán lugar dos sínodos, para examinar el caso de Pablo de Samosata (entonces obispo de Antioquia), acusado de desviación doctrinal y conducta indigna.

Estos dos últimos sínodos comparados con los anteriores presentan la característica de reunir obispos de muchas provincias de Oriente. Obispos de Capadocia, del Ponto, de Licaonia, de Cilicia, de Palestina, de Arabia; Dionisio de Alejandría no asistió alegando por escrito su avanzada edad. En el sínodo del 268 se desvelan los errores de Pablo. Eusebio en su Historia eclesiástica menciona la presencia de numerosos presbíteros y diáconos en esas asambleas. El segundo será considerado no tanto un concilio regional, sino un sínodo general al reunir obispos de todas partes. En ésta última asamblea se dará la particularidad de tener complicaciones políticas debido a las relac++iones del obispo Pablo con el reino de Palmira; esto pudo provocar el desagrado en otros obispos leales Roma.

Les persecuciones de Decio y de Diocleciano, tuvieron graves consecuencias en las Iglesias los problemas tendrán eco en numerosos sínodos locales: Cirta 305, en el que se quería elegir un sucesor a su obispo desaparecido en la persecución, es el punto de partida de la crisis donatista; después siguieron muchos otros, entre ellos, el del 312, reunido por Pedro de Alejandría en el que se excomulga al obispo Melecio de Licópolis, acusado de haber ordenado de forma irregular, lo que provoca otro cisma. El famoso sínodo de Elvira, cuya fecha es discutida (hacia el 305), se refiere a los cristianos que estaban tentados de recurrir a los ídolos, pero también a aquellos que continuaban asistiendo a ceremonias paganas; se dictan también numerosas medidas disciplinarias. En los sínodos de Cesarea del 314, y en el de Neocesarea por las mismas fechas tratan también secuelas de la persecución.

Seguirán dos sínodos provocados los la crisis donatista, pero no ya en el África, sino fuera de ella. En Roma en el 313, se realiza el deseo de Constantino de que el papa juzgara el asunto, y se reúnen otros obispos para tomar una decisión; el segundo, el de Arles del 314, es el primero en ser convocado por el emperador mismo; en este se reúnen obispos de todas las provincias occidentales. En cambio, en el primer sínodo en Egipto, hacia el 322, se reúnen un centenar de obispos egipcios para condenar a Arrio; éste aún es convocado por el obispo Alejandro, y el de Antioquía que precede inmediatamente a Nicea, lo es por Osio de Córdoba, que sin duda lleva a cabo esa misión por encargo del emperador.

Si bien se ha hecho, más o menos, una relación completa de los +concilios anteriores a Nicea, no podemos dejar constancia de los que nos desconocidos; esta época pudo servir no solo de referencia, sino de modelo.

La documentación que nos ha llegado no sólo dicen que esta práctica se ha ido ampliando, sino que refleja que ya es habitual. Así los sínodos de Cartago, como ya se ha dicho, atestiguan la realización de ellos dos veces al año, en primavera y en otoño. Más tarde, esta práctica será ordenada por el concilio de Nicea y deben realizarse antes de Pascua y en el otoño, con todos los obispos de la provincia reunidos en un mismo lugar (Canon 5). Esta frecuencia normalmente se observó a lo largo de los siglos IV y V.

Con el concilio de Nicea, se inicia otra categoría: la de los concilios generales, reunión de todos los obispos de todas las provincias del Imperio y de más allá de él. La característica de esos concilios es que serán convocados por los emperadores, generalmente aconsejados por un eclesiástico: hemos visto la influencia de Osio de Córdoba junto a Constantino. De esta manera el emperador continuaba, en cierta manera el papel del “Pontifex maximus” que ejercían en la religión tradicional; de igual forma, el cristianismo será ahora la “salus populi romani” como lo era la antigua religión. Además como maestro de la verdadera doctrina que Eusebio asigna en su Panegírico de Constantino.

Será Constantino quien convocará el Concilio de Nicea, también el de Tiro en el 335, Constante el de Sárdica, Constancio el de Seleucia y el de Rímini, Teodosio I el de Constantinopla, Teodosio II el de Éfeso del 421 y 439 (latrocinio), Marciano el de Calcedonia y podría alargarse la lista hasta el siglo IX.  El hecho de que fuera el emperador el convocante tenía sus ventajas: facilitar el montante material de las asambleas, los obispos podían usar el “cursus publicus” para el viaje y la estancia. Las decisiones del Concilio eran confirmadas por el emperador para su aplicación. Pero claro esto, tenía sus inconvenientes, los obispos estaban sometidos a vigilancia bajo la influencia de un funcionario imperial, o por el emperador mismo. Solo a modo de ejemplo, el concilio del 553, fue querido y dirigido bajo mano por Justiniano. También debían ser tributarios de la política imperial, como en la crisis arriana en la que el emperador quiso el acuerdo de los obispos en una fórmula que tuviera el consenso de la mayoría de ellos. De esta manera se quería mantener la unidad de la Iglesia para conseguir la paz y el orden público. Los obispos serán expulsados de sus sedes según el favor del emperador a un bando u a otro. Esos concilio conservan aún su característica principal la de ser una reunión de obispos, frecuentemente acompañados por clérigos y laicos; los monjes también harán oír su voz de forma a veces violenta. Esperemos que el presente sínodo se realice en paz.

Las deficiencias de este escrito se deben a una caída que me impidió poder escribir durante tiempo.


Bibliografía

Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. BAC, Madrid 2002.

San Cipriano, Obras de San Cipriano. BAC, Madrid 1964.

San Cebrián, Epistolario vol I i II. Fundació Bernat Metge. Barcelona 1931.
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Maraval, Pierre, Synodes et conciles dans l’Église des premiers siècles (ier-ve) en: CONCILES PROVINCIAUX ET SYNODES DIOCÉSAINS DU CONCILE DE TRENTE À LA RÉVOLUTION FRANÇAISE. Editor: Presses universitaires de Strasbourg Colección: Société, droit et religion | 9: Strasbourg 2010 Publicació en Open Edition Books: 28 mai 2019. Consultat 12 Febrer 2022.

Lanne, Jacque-Emmanuel, L’origine des Synodes. Theologische Zeitscrift, 27 (1971). doi.org/10.5169/seals-878648. Consultat el 9.7.2022.

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Lic. Josep Sastre Portella

FORMACIÓN
  • Licenciado en Teología y Ciencias Patrísticas en la Augustinianum, Roma (1991)
ACTIVIDAD DOCENTE Y PROFESIONAL
  • Miembro del Instituto Menorquino de Estudios. Sec. Historia
  • Profesor de Patrología en el ISCREB virtual
PUBLICACIONES
  • Comentarios de los Padres de los siglos IV y V en el Cántico de la Viden Relecturas de la Escritura a la luz del Concilio Vaticano II (I) “La Vinya”. Scripta Biblica 14. Barcelona 2014
  • La Carta de Sever de Menorca:  anàlisi de les principals citacions bíbliques, Consellería de Educación y Cultura. Gobierno Balear: Instituto Menorquino de Estudios (2000)
  • Los sueños: una característica de la religiosidad en la Menorca del siglo VMeloussa 4 (1997)
  • Simbología cristiana en un supuesto molde de panes eucarísticosMeloussa 4 (1997)
  • La población de la Parroquia de Es Migjorn el año 1812. Migjorn Gran 1987