Cómo acercar la realidad de África a la Iglesia europea (3)

Continuamos escuchando a los africanos. No hay nada más fácil y más erróneo que querer interpretar qué dicen, cuando ellos ya dicen bastante claro.
Y continuamos con el padre Mveng. Hagámoslo “a la africana”, o sea, sentándonos a los pies de un anciano y escuchando cómo habla.
“Como es evidente, un diálogo así resulta muy exigente en África, pues supone someter a juicio nuestra herencia espiritual ante Dios. Reivindicar la responsabilidad de llevar la Cruz de Cristo es reivindicar el temible honor de cargar, no solo con nuestro destino, sino con el destino de la Humanidad, con el destino total del mundo”.
Uno de nuestros, llamémoslos pecados sociales, puede ser no percibir la unidad del mundo y la humanidad. Y queda claro que unidad no quiere decir uniformidad. En el momento de acercarnos a otra realidad, asumimos aceptar varios puntos de vista, aspectos hasta ahora no descubiertos o analizados. Da miedo incluso decirlo, pero el dogmatismo es la mejor manera de cerrarse en el propio e inexpugnable castillo y no ver nada más. Y además, imaginar que esta es la única realidad y la verdad exclusiva.
A partir de este punto, nadie está por encima del otro, y mucho menos nadie está por debajo. Es un esfuerzo común que no puede claudicar con razones sentimentales o actitudes paternalistas. También el pueblo africano se tiene que poner serio.
Esta actitud podemos denominarla diálogo.
El autor que nos acompaña dice:
“El problema del diálogo entre cristianismo y los valores de la civilización del África Negra se plantea en los términos de un radicalismo sin discusión. Este radicalismo supera de lejos el interrogante de los círculos ecuménicos contemporáneos sobre los socios de este diálogo y su contenido… Para renovar el diálogo, África arranca en la actualidad de su experiencia histórica y plantea unas cuestiones concretas”.
Y comenta a propósito de este diálogo:
“El cristianismo y la herencia cultural africana tienen que superar ahora el estadio del enfrentamiento y el exclusivismo para iniciar un verdadero diálogo. El problema de la africanización del cristianismo aparece como un inmenso campo de trabajo, que constituye una de las tareas inminentes de la evangelización”.
Merece la pena escuchar con mucha atención estas palabras. Nos han dejado sobre la mesa las herramientas necesarias, y ahora, juntos, las tenemos que usar. Sin prisas, dejándonos sorprender por todo aquello que descubriremos los unos de los otros.
Y siguiendo este camino descubriremos cómo nuestras realidades se acercan. Unos primeros pasos girarán entorno elementos, digamos muy externos, circunstanciales, pero poco a poco llegaremos a puntos que nos llevarán a una respetuosa escucha mutua y a una aceptación real de aspectos que incluso nosotros no habíamos imaginado nunca que podrían presentarse con estos envoltorios.
Nos habremos acercado los unos a los otros, aprendiendo, sin imponer y respetando. Entonces veremos cómo la Iglesia no se hunde, sino que sale más reforzada, más universal.