¿Cómo la Iglesia se acerca a los jóvenes?

 

Hago una sencilla evocación de lo que, en este momento, me sugiere el tema sin dejar de hacer referencia a la reflexión sinodal. Mi comunidad cristiana ha hecho unos días de receso a partir de este documento y, por lo tanto, algunas ideas las hemos podido interiorizar en el hogar del silencio, la plegaria y el compartir fraterno.

Para empezar, propongo una pregunta de ida y vuelta: ¿Con qué actitudes los jóvenes miran la Iglesia y cómo la Iglesia se acerca a los jóvenes?. Los mismos jóvenes están invitados a dar posibles señales de luz a las preguntas planteadas. Son ellos los protagonistas y no simples espectadores. Se lo tendríamos que preguntar a los mismos jóvenes: ¿Qué piensan? ¿Cómo lo ven? Pero a pesar de que no hemos hecho este debate, me atrevo a escribir unas pautas de reflexión. Tenemos que decir que con motivo de la preparación del Sínodo se propusieron preguntas parecidas a los jóvenes: ¿Qué piensan de la Iglesia? ¿Se sienten escuchados? ¿Sienten que la Iglesia cuenta con ellos?

Las respuestas son diversas. En muchos casos dependerá del contexto sociocultural y de la experiencia religiosa del joven, puesto que existen múltiples universos juveniles: “muchas juventudes” (CV 68 ss). “Para muchos jóvenes Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías” (CV 39). Imaginamos miradas de indiferencia: no les importa la Iglesia, no les dice nada. Más bien es un estorbo para sus pretensiones. Seguramente, muchos de ellos se sienten alejados de un cierto modelo de Iglesia, y sueñan con una alternativa diferente que no llega. Otros, la miran con un cierto desprecio. También encontramos los que la ven como una estructura de poder, con una organización jerárquica muy cerrada en ella misma. Y una minoría, me atrevería a decir, como una comunidad de creyentes al servicio de la persona humana que siguen Jesús. Cito textualmente los números 40-41 de la Exhortación Apostólica Christus Vivit que proyectan mucha luz sobre las preguntas que nos ocupan:

“En el Sínodo se reconoció «que un número consistente de jóvenes, por razones muy distintas, no piden nada a la Iglesia porque no la consideran significativa para su existencia. Algunos, incluso, piden expresamente que los dejen en paz, puesto que sienten su presencia como molesta e incluso irritante. Esta petición a menudo no nace de un desprecio acrítico e impulsivo, sino que hunde las raíces también en razones serias y comprensibles: los escándalos sexuales y económicos; la carencia de preparación de los ministros ordenados que no saben coger adecuadamente la sensibilidad de los jóvenes; la poca cura en la preparación de la ‘homilía y en la explicación de la Palabra de Dios; el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; la dificultad de Ia Iglesia para dar razón de sus posiciones doctrinales y éticas a la sociedad contemporánea»” (CV 40)

  • Una parte de jóvenes no piden nada a la Iglesia puesto que no es significativa para ellos. Algunos piden que los dejen en paz: su presencia es molesta y hasta todo irritante.
  • Y a continuación la Exhortación CV señala posibles causas.

De entre ellas subrayo una: “el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana”.

En el número 41 de CV, el Papa reconoce que hay jóvenes que disfrutan de la Iglesia cuando esta se manifiesta con coherencia y humildad pero que también les gustaría que los escucharan más. Hay un deseo de sentirse escuchados. Los jóvenes quieren aportar su experiencia, la novedad y el sentido de su vida, quieren transmitir su testigo. En este sentido es necesario fomentar lugares de encuentro para compartir, dialogar y celebrar la alegría de la fe. Para sentir que no están solos y experimentar que forman parte de una gran familia llamada Iglesia. Piden en la Iglesia que no viva obsesionada por dos o tres temas, y que no condene el mundo. Reclaman una Iglesia valiente, creíble, sencilla, humilde que los ayude a recuperar la frescura del Evangelio. Una comunidad cristiana convertida en un museo, no es una fuente de atracción por los sueños de los jóvenes, ni por nadie. Por lo tanto, habrá que replantearse cosas, y no cerrarse con el “siempre se ha hecho así”. Estar abiertos al viento del Espíritu, abrirse a nuevos planteamientos, y dejarse sorprender.

“Si bien hay jóvenes que disfrutan cuando ven una Iglesia que se manifiesta humildemente segura de sus dones, y también capaz de ejercer una crítica leal y fraterna, otros jóvenes reclaman una Iglesia que escuche más, que no se pase la vida condenando el mundo. No quieren ver una Iglesia callada y tímida, pero tampoco que esté siempre en guerra por dos o tres temas que la obsesionan. Para ser creíble ante los jóvenes, a veces necesita recuperar la humildad y sencillamente escuchar, reconocer en el que dicen los otros alguna luz que le ayude a descubrir mejor el Evangelio. Una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo. ¿Cómo podrá acoger de este modo los sueños de los jóvenes? Aunque tenga la verdad del Evangelio, esto no quiere decir que lo haya comprendido plenamente; más bien tiene que crecer siempre en la comprensión de este tesoro inagotable”. (CV 41)

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Lluís Agustí Parrot

Hermano marista, profesor de Eclesiología en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB), maestro, educador y monitor infantil. Actualmente es superior de la comunidad marista de Llinars del Vallès e imparte clases en la escuela Maristas Champagnat de Badalona.