Verdadera comunicación, un reto

Siempre he admirado la vocación periodística, porque es atención a lo que pasa y servicio a la verdadera comunicación, hombres y mujeres expertos en humanidad

A lo largo del año, los medios de comunicación vivimos experiencias muy diversas y tenemos la ocasión de celebrar acontecimientos que tocan de cerca nuestra identidad y que nos interpelan. En el ámbito de la Iglesia celebramos la Jornada de las Comunicaciones Sociales y, en la fiesta de san Francisco de Sales, una especial atención a los periodistas. Sin embargo, la comunicación es algo del momento, como la propia vida que deviene constante movimiento. De aquí su importancia, actualidad y responsabilidad. Siempre he admirado la vocación periodística, porque es atención a lo que pasa y servicio a la verdadera comunicación, hombres y mujeres expertos en humanidad.

El hecho es que existe una apremiante necesidad de comunicación. Una comunicación que no se da por el solo hecho de reunirnos y estructurar sesiones parlamentarias, plenos de ayuntamientos, asambleas de partidos, ruedas de prensa, encuentros familiares, reuniones de empresas, asambleas diocesanas, consejos pastorales y más. Alguien ha dicho que estamos muy reunidos, pero nos comunicamos poco. La comunicación es ante todo una actitud interior que, en la medida en que se pone en ejercicio, se convierte en arte y llega a convertirse en diálogo, buena noticia, interpelación amable. Sabe hacerlo quien escucha con sinceridad y observa sin prejuicios, facilitando que la verdad aflore sin anular a la persona.

Desde el diálogo personal hasta cualquier medio social que lo haga posible, es bueno que nos exijamos unos a otros el valor de una comunicación humana que ayude a superar soledades, desinformación, desamparo, limitaciones y descalificación personal. Cualquier debate, por crítico que sea, debe tener aquella categoría ética que respeta la dignidad humana y donde nadie se siente excluido. La verdadera información es un reto cuando detrás de cada medio existen intereses personales, económicos o de poder que son prioritarios. Solo la honradez personal y una ética profesional que sitúa a la persona en el centro de todo contribuyen a crear un clima de confianza apto para que la comunicación esté al servicio de la verdad.

Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona
Administrador apostólico de Mallorca

 

 

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