Vean la vida con confianza

Una joven inició así el diálogo: "Mirad la vida en positivo, Jesús está, no nos deja. A mí no me ha dejado. En él tengo plena confianza. Decirle a todos. No os desaniméis! Animaos, lo tenemos a Él..."

En una ocasión, con dos grupos de jóvenes que se encontraban periódicamente para hacer revisión de vida, después de leer juntos uno de los salmos más cortos de la Biblia, el salmo 131, nos interesamos no sólo si nos identificábamos, sino también si nos vemos capaces de orar con sus palabras: «Señor, mi corazón no es ambicioso ni son altivos mis ojos; vivo sin pretensiones de grandezas o de cosas demasiado altas para mí. Me mantengo en paz, tengo el alma serena. Como un niño en el regazo de su madre, así se siente mi alma. Israel confía en el Señor ahora y por siempre».

Cuarenta y cinco minutos reflexionando individualmente y en silencio fueron suficientes para decirnos, después, unos a otros las dificultades para sintonizar con determinadas expresiones, en las que no nos vemos del todo reflejados, ya que -decían- somos ambiciosos y pretenciosos, nos falta mucha paz interior y tenemos que crecer todavía mucho en confianza. El resultado, pues, era un cierto desencanto, una preocupación que provenía de una falta de paz personal y de serenidad.

Pero la sinceridad originó un clima de confianza y de renovada amistad cuando, orando juntos, fuimos venciendo el miedo que originaba las dudas que nos tenían prisioneros. Algunos confesaron la falta de costumbre de una oración que pedía tiempo y acompañamiento. A lo largo del diálogo, que fue muy provechoso, entendimos que Jesús está entre nosotros cuando nos reunimos en su nombre.

De pronto, como si un nacimiento a la confianza nos predispone para entender muchas cosas y tomar un nuevo aliento. Una joven inició así el diálogo: «Mirad la vida en positivo, Jesús está, no nos deja. A mí no me ha dejado. En él tengo plena confianza. Decirle a todos. No os desaniméis! Animaos, lo tenemos a Él…».

Ante la sorpresa del grupo nos hacía la invitación a orar de otro modo: nos lo decía en un momento en el que estaba superando una grave enfermedad. No hemos olvidado nunca ese receso que terminó con la Eucaristía, una acción de gracias que todavía sigue.

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