Una realidad nueva y creciente

"¡Acojamos a personas, no consumamos burocracia! ¡Es tan grande que alguien pida la entrada en la Iglesia profesando la fe en Jesucristo!"

Así lo estamos constatando cuando hay quien se presenta pidiendo el bautismo. Y, muy curioso, también, cuando alguien ya bautizado se despierta y dice: «¡Me gustaría volver a recibir el bautismo!» Sabemos que esto no es posible porque el bautismo se recibe una sola vez, pero hace ver que existe un deseo de mayor conciencia de lo que es ser cristiano o, al menos, hay una incipiente voluntad de coherencia.

Por otra parte, y viendo las estadísticas de los mayores de siete años y de los adultos que solicitan el bautismo, nos damos cuenta de que estamos ante una realidad nueva y creciente: una demanda que nos interpela y que debemos atender con actitud misionera. Nos interpela porque es una voz que se hace oír en medio de mucha indiferencia religiosa y porque es un toque de atención a nuestra conciencia de agentes pastorales que deben responder constantemente a los retos que se nos presentan.

Y, ¿qué respuesta? Si nos preocupa acertar cómo se hace un cristiano —eso lo hemos comentado— y lo que creemos es que no se hace de cualquier manera, a la manera como a cada uno le parece, debemos asegurar hoy que sea el Catecumenado quien dé la respuesta. Hagamos de ello acción pastoral prioritaria en nuestras parroquias, démosle el tono diocesano que tiene y que le otorga el signo de una Iglesia en comunión, preparemos una exquisita acogida y dediquemos tiempo a ello, horas y más horas, si es necesario. ¡Acojamos a personas, no consumamos burocracia! ¡Es tan grande que alguien pida la entrada en la Iglesia profesando la fe en Jesucristo!

El Catecumenado bautismal, que es el modelo inspirador de toda acción catequética, necesita que hoy muchos se dediquen a él. En ello nos va no sólo la imagen, sino sobre todo el testimonio de una Iglesia que acoge, que ama y que acompaña a sus hijos venidos de todo el mundo. Uno no nace cristiano, se hace. Y, todo esto, mediante unos signos visibles, comunitarios, a través de los cuales y a partir de lo que significan crece la adhesión personal a Jesucristo y la conciencia de pertenencia a una nueva familia, la Iglesia. ¡Hagamos que sean bienvenidos y contagiémosles la alegría del Evangelio!

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