Una promesa de amor ante la Virgen de la Alegría

Un caballero rico prometió amor eterno a una doncella pobre en la Catedral pero, al no cumplirlo, el Niño Jesús le giró la cara literalmente

La Navidad trae la Alegría: el nacimiento del Niño Jesús. Es por ello que existe una Virgen de la Alegría, ya que es la Virgen María quien da la Alegría al mundo. Esta Virgen se venera en una de las primeras capillas que se encuentran entrando en la Catedral de Barcelona por la puerta de Sant Iu, justo a mano derecha. Es aquí también donde actualmente está enterrado el Cardenal Jubany, que fue arzobispo de Barcelona entre los años 1971 y 1990.

Promesa de amor eterno

La Virgen de la Alegría tiene la particularidad de que sonríe aunque su Hijo, como es habitual en imágenes como esta, no mira al espectador. Y es que hay una leyenda para explicar esto: Antiguamente esta imagen se encontraba en una de las capillas del claustro y según cuenta la tradición un rico caballero prometió amor eterno a una doncella pobre diciéndole que se casaría con ella. Dudando de su palabra, la doncella le pidió ir ante la Virgen de la Alegría para que lo repitiera. El caballero lo hizo, hasta el punto de prometer que si faltaba a su palabra, el Niño Jesús del regazo de la Virgen nunca más lo miraría a la cara.

Pasó el tiempo y, como había temido la doncella, el amor del caballero se enfrió hasta el punto de negar que alguna vez le hubiera prometido casarse con ella. Ante la imagen de María, la doncella tuvo suficiente ingenio para hacer acudir a su galán ante la Virgen que tiempo atrás había sido testigo de su promesa y le recordó lo que le había prometido. «Mentira», exclamó el caballero. Y acto seguido se produjo el milagro: el Niño Jesús giró la cara y dejó de mirarlo, mientras la Virgen sonreía con gracia. Confundido el caballero por la actitud de la imagen, cumplió su palabra.

El entrañable Dr. Jubany

Desde el altar de la Alegría se recuerda al Cardenal Jubany (1913-1996). Como arzobispo de Barcelona, ​​el Dr. Jubany participó y votó en dos cónclaves en un solo año: el de Juan Pablo I y el de Juan Pablo II. Durante estos cónclaves, los secretarios de los cardenales se quedaron fuera del espacio reservado para las votaciones. Así que el Dr. Martí Bonet, colaborador del Cardenal Jubany, tuvo que asistir a las fumatas de la Plaza de San Pedro como cualquier romano o turista. Tras salir del cónclave que eligió a Juan Pablo II, el Dr. Jubany -con semejante victorioso- pidió una tila en un bar: «Vull til•la», dijo en catalán. El nuevo Papa se llamaba Karol Wojtyla.

¿Te ha interesado este contenido? Suscríbete a nuestro boletín electrónico. Cada semana, la actualidad de la Iglesia diocesana en tu correo.

Te interesará ...