Un fiel más, un pastor servicial
El Papa Francisco cumple un año de pontificado con la austeridad, la humildad y la cercanía como premisas básicas

Zapatos negros, cruz pectoral de metal y gafas medio rotas. Así se presentó al mundo, en el balcón papal, Jorge Mario Bergoglio hace justamente un año. Aunque momentos antes de la fumata blanca llovía a cántaros en el Vaticano, la Plaza de San Pedro se llenaba por momentos, como si la multitud hubiera vaticinado –a pesar de las erróneas predicciones de los medios de comunicación- que esa tarde iba a ser elegido un nuevo sucesor de San Pedro. Y sucedió. El humo blanco se difuminaba en la negra noche romana mientras las campanas tocaban y los allí presentes, liberándose de sus paraguas, anonadados pero eufóricos, saltaban y se abrazaban unos con otros. El Espíritu Santo había decidido. Los gritos, en infinidad de idiomas, iban aumentando el volumen general en la Plaza; los cámaras, nerviosos, corrían para llegar a tiempo al Brazo de Carlomagno y obtener una buena toma del nuevo pontífice; los cánticos y las “apuestas” eran constantes entre la multitud y las banderas de países de todo el mundo ondeaban impacientes bajo la lluvia. Nadie imaginaba que el elegido, al que le esperaba un mandato un tanto espinoso, escogiera el nombre de Francisco, tan programático como lleno de esperanza. Empezaba la llamada “primavera de la Iglesia”.
Los datos no engañan
Ya en su elección, el argentino rompía barreras: era el primer pontífice americano, el primer jesuita y el primer “Francisco”.
Desde entonces, ha seguido batiendo más récords como Papa. La asistencia a sus audiencias semanales, a pesar de que pidió que los fieles guardaran el dinero del viaje para la caridad, ha aumentado un 30%. En su Twitter, ya cuenta con más de doce millones de seguidores y es el líder con mayor eco en las redes sociales (6637 retuits de media), por encima de Barack Obama.
En España, también ha calado el llamado “efecto Francisco” ya que, según los últimos datos del CIS, el número de católicos practicantes ha crecido más de un 2% desde que Bergoglio accedió al cargo.
Actuar, no juzgar
Desde sus primeros días, Francisco se ganó a creyentes y no creyentes de todo el mundo con sus humildes acciones: dedicándole unas palabras a su predecesor antes de la bendición Urbi et orbi, pagando su cuenta en el hotel en el que se alojó durante el cónclave, viajando en autobús junto con otros cardenales y, sobretodo, transformando la habitación 201 de la Casa Santa Marta en su residencia. Francisco, desde buen principio, ha sido “evangélico”, es decir, ha sabido transmitir el Evangelio con hechos y no sólo con palabras. Con gestos y con amabilidad. Con compasión y con cercanía. Sin limitaciones. Sin barreras.
Su frase austera, ante miles de periodistas de “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, se ha ido corroborando casi diariamente con su coche oficial, el mismo de la clase media italiana, o con el automóvil que usó para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Río de Janeiro. Todo ello da credibilidad a sus palabras y, gracias a ello, también ha conseguido acercar a la Iglesia a personas que estaban alejadas.
Francisco no juzga, actúa. En la plaza de San Pedro, antes de la audiencia general, es habitual que el Papa se pare a saludar a todos los discapacitados y enfermos que encuentra por su camino. Detiene el papamóvil y se baja, y a pesar de sus problemas de ciática, se agacha, abraza y besa a los enfermos. No se preocupa por si la enfermedad es contagiosa. Tan sólo ve en ellos el sufrimiento de Jesús y les quiere reconfortar. Porque sabe que un gesto suyo, un simple abrazo, les puede ayudar. O, contra la tradición vaticana en Jueves Santo, lava los pies a 12 jóvenes de diferentes nacionalidades, dos mujeres y una de ellas musulmana. Todos ellos gestos conmovedores que repite constantemente.
Tampoco juzga al colectivo gay: “Si un homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, dijo en el avión de regreso de la JMJ. Ni a los divorciados, ni a los vueltos a casar, ni a los casados por lo civil, ni a las madres solteras. Francisco bautizó, en enero, a una niña cuyos padres no estaban casados por la Iglesia e incluso prometió a una madre soltera que si ningún sacerdote lo quería hacer, él le bautizaría a su hija.
Denuncia social y demandas públicas
Pero no todo es dar. Francisco también pide. Pide que recen por él y por su antecesor, pide por la paz en Siria, pide ir a las periferias existenciales, pide a los sacerdotes que sean pastores, no funcionarios.
“¡Acallen las armas!”, gritó desde San Pedro, y organizó una jornada interconfesional de ayuno y oración por la paz. Incluso tomó partido en la política exterior y envió una carta a Putin para que terciara en el conflicto Sirio. Por todas estas peticiones, ha sido nominado al Premio Nobel de la Paz.
Pero también denuncia. El sufrimiento de refugiados e inmigrantes, él que es de ascendencia italiana, lo enerva. En su primer viaje, a Lampedusa, clama: “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraternal”. Denuncia la “globalización de la indiferencia”, la curia “vaticanocéntrica” y las desigualdades sociales y económicas que acaecen en el mundo.
Benedicto XVI, un amigo
“Un abuelo que da consejos y fuerza a la Iglesia”. Así define el argentino a su antecesor, al que siempre tiene en mente. Se han visto en al menos cuatro ocasiones, y a pesar de las divergentes personalidades, ambos se complementan y se equilibran. Como ejemplo, la encíclica ‘Lumen Fidei’, escrita a cuatro manos. Francisco muestra un profundo respeto por él y se emociona, con una sonrisa de oreja a oreja, cada vez que se encuentran… cual nieto con su abuelo.
Retos de su pontificado
Francisco ha armado lío, como él pide, en la Iglesia Universal. En las Congregaciones Generales, antes del cónclave, salieron a la luz y se discutieron las dificultades a las que se debía enfrentar la Iglesia. El Pontificado que empezaba no iba a ser sencillo. Se debían renovar las estructuras eclesiásticas, poner orden en la curia, solucionar y juzgar los abusos sexuales y las finanzas vaticanas, debatir el papel de la mujer dentro de la Iglesia y discutir el tema de los nuevos núcleos familiares.
“Venido del fin del mundo”, Francisco ha conseguido lidiar, gracias a su carisma y liderazgo, con las dificultades, a pesar de que todavía no se han tomado decisiones vinculantes en ciertas materias. La Evangelii Gaudium ya anunciaba los posibles cambios G8 de Cardenales le asesora en el Gobierno del Vaticano, con los que ha creado una Comisión específica para la protección de la infancia frente a los abusos. Ha creado, además, una secretaría de Economía para gestionar todas las actividades económicas y administrativas de la Santa Sede que pretende invertir “mejor las finanzas vaticanas entre los pobres y marginados”. En cuanto a la familia, ya están previstos los dos sínodos que abordarán el tema: uno en octubre del 2014 y otro en octubre del 2015.
Sencillo, directo, y expresivo, Francisco celebrará su año de pontificado acompañado de los cardenales y colaboradores de la Curia romana en Ariccia, con una semana de ejercicios espirituales fuera del Vaticano. El Santo Padre iniciará su segundo año de pontificado con el anuncio y la expectación de su viaje a Tierra Santa, en mayo, y a Corea del Sud, en agosto. Sin tomarse vacaciones, Francisco lleva al mundo la alegría del Evangelio con humildad, austeridad y cercanía.