Todas las muertes han sido vencidas gracias a la Resurrección

Reflexión del arzobispo de Barcelona, Mons. Juan José Omella, para este Domingo de Resurrección

Mons. Juan José Omella anima a los cristianos a vivir contentos porque Dios vive y los ama como nadie más lo hace. Por esta razón se debe entregar este amor a todos los que forman parte de nuestras vidas y especialmente a los más pobres y necesitados: “Sed cristianos abiertos, Iglesia en salida. No os dejéis robar la alegría y la esperanza del resucitado”.

El arzobispo destaca la gran noticia de que Cristo ha resucitado. Esto significa que la muerte ha sido vencida y que “el cementerio no es el futuro del hombre”, sino que lo es Dios. Y esto hay que extrapolarlo a situaciones actuales como las muertes de cáncer, de accidentes de tráfico, los embarazos malogrados, las muertes de los suicidas y las provocadas por el virus del SIDA.

Texto íntegro de la reflexión

¡Cristo ha resucitado! Ninguna noticia es tan noticia, tan novedad como ésta. Ningún acontecimiento de la historia es tan novedoso, tan extraordinario, tan hermoso, tan decisivo para la humanidad como éste: La muerte ha sido vencida. Todas las muertes: de cáncer, de accidentes cardiovasculares o de tráfico, los accidentes laborales y el virus del SIDA, la lenta agonía de los enfermos crónicos y de algunos ancianos; los embarazos malogrados, la muerte de los suicidas y de los ajusticiados violentamente o fríamente; la muerte de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestros amigos; tu muerte y la mía, todas las muertes están ya inicialmente vencidas, radicalmente superadas: porque Jesucristo, el Crucificado, el Sepultado, el Maestro y el Señor, ha salido victorioso del sepulcro, ha resucitado, verdaderamente ha resucitado

Pedro y Juan, con inmenso asombro, contemplaron el sepulcro vacío del Señor. La sepultura no es el lugar de los que están vivos. No son los cementerios el futuro del hombre, ni sus cenizas flotando en el cosmos, en los mares, en el rincón de un paisaje familiar, en la luz, en la energía. El futuro del hombre es Dios, la casa del Padre, donde está Jesucristo Resucitado, a su lado, en el amor del Espíritu Santo. Jesús nos dijo: “Voy a prepararos un lugar” (Jn 14, 3). “Os conviene que yo me vaya”(Jn 16, 7).

Los discípulos no vieron sólo el sepulcro vacío, le vieron a Él. Al principio les costó creer, les costó convencerse. Pero comieron con Él, le vieron, le tocaron, hablaron con Él, dieron la vida por Él y por su Evangelio de vida eterna. Es tan hermosa la resurrección que parece increíble. Los cristianos de hoy, los cristianos de todos los tiempos, la humanidad entera, tenemos la vida y la esperanza colgadas en Él.

Los discípulos están juntos, encerrados, nos dice el Evangelio, por miedo a los judíos. Los sucesivos encuentros con el Señor Resucitado y el don de su Espíritu, les llenan de entusiasmo y valentía. Y salen, anuncian, proclaman la impresionante noticia de su victoria en la Cruz, del amor sin medida de Dios que nos ha sacado a todos del pecado y de la muerte, cargando con nuestros pecados, nuestro sufrimiento y nuestra muerte. El Papa san Juan Pablo II no se cansaba de repetirnos: “No temáis. Abrid de par en par las puertas a Cristo”. En el encuentro con el Señor Resucitado, en la gozosa noticia de su Resurrección, en la Eucaristía, en la oración, está el secreto de nuestra fe, de nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestra constancia en el amor. No tengáis miedo, confiad siempre, por dura que sea vuestra prueba.

Vivid contentos porque Dios vive, porque Él os ama como nadie puede amaros. Entregad este gozo y este amor a todos los que os rodean, especialmente a los más pobres y necesitados. Sed cristianos abiertos, Iglesia en salida. No os dejéis robar la alegría y la esperanza del resucitado.

¡Feliz Pascua de Resurrección a todos vosotros!

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