Solo el amor desbloquea

Vemos que las ideas no lo solucionan todo y a menudo son causa de enfrentamiento y de dar largas a los problemas, si no hay una firme voluntad de diálogo y de ciertas renuncias para salvar el bien común

Relaciones humanas enquistadas, problemas mal planteados, silencios premeditados, acuerdos bloqueados. Nos paralizamos y no avanzamos. Lo sufrimos en el interior de las familias, en la gestión pública, en las relaciones laborales, en el caminar de muchas instituciones ciudadanas, en el diálogo interreligioso, también en las relaciones en el seno de la Iglesia. Nos falta encontrar aquello que dé cohesión y perennidad a cada grupo humano que pretende aportar algo positivo al conjunto de la sociedad.

Vemos que las ideas no lo solucionan todo y a menudo son causa de enfrentamiento y de dar largas a los problemas, si no hay una firme voluntad de diálogo y de ciertas renuncias para salvar el bien común. Sabemos, por otra parte, que las cosas deben hablarse, los argumentos deben exponerse, la propia visión debe ser contrastada con la de los demás. Entonces, la alegría de caminar juntos debe ser algo que nos atraiga y nos motive. Por eso, es necesario introducir elementos que desbloqueen y abran nuevas perspectivas.

La Doctrina Social de la Iglesia dice que la caridad política y social debe impregnar las relaciones familiares, comunitarias y cívicas, para humanizar más la convivencia. «Tenemos que convencernos —dice el papa Francisco— de que la caridad no es solo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (EG 205). Y, pensando en los políticos, dice «¿y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?». Solo el amor puede provocar el desbloqueo y hacer que todo tome una nueva orientación, solo él puede hacer de correctivo a muchos de nuestros errores y omisiones.

Lo dice san Pablo: «El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe;. no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Co 13,4-7). Acabará diciendo que ¡el amor no pasa nunca!

 

Sebastià Taltavull Anglada

Obispo auxiliar de Barcelona

 

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