Sólo a los más necesitados

En plena Barcelona, el Cottolengo lleva más de 80 años acogiendo discapacitados físicos y psíquicos, confiando en la providencia y la caridad

La familia del Cottolengo nació en Barcelona en 1932 con un centenar de niños enfermos. Desde entonces se han fundado diferentes casas  en Valencia, Madrid, Santiago de Compostela, Las Hurdes, Alicante, Buenaventura (Colombia), Lisboa y Pompayan (Colombia). En ellas las Hermanas Servidoras de Jesús viven con enfermos incurables, generalmente pobres o que no pueden económicamente permitirse pagar otros centros.

En las casas, los enfermos son los más importantes, pero también los trabajadores profesionales y muchos voluntarios que entregan su vida, su tiempo, sus oraciones o donativos para que la gran familia del Cottolengo siga siendo un lugar de encuentro con Dios. La intuición de estas casas de acogida, donde rezuma alegría y ambiente familiar, la tuvo el P. Jacinto Alegre sj (1874-1930) después de visitar la obra de San José Benito Cottolengo en Turín. Quedó muy impresionado por la caridad y la confianza en la providencia de Dios, que quiso que los enfermos que él visitaba en Barcelona pudieran tener un lugar así. No llegó a ver la obra comenzada, pero tanto su superior jesuita el P. Guim como el Sr. Rómulo Zaragoza cumplieron los deseos del P. Alegre para fundar el Cottolengo.

Siguiendo esta intuición, en la festividad de Cristo Rey de 1939, nace la Congregación de las Hermanas Servidoras de Jesús con la fundadora Dolores Permanyer i Volart y el apoyo del P. Guim. Ahora en la casa hay 23 hermanas y 162 enfermos acogidos que siguen viviendo confiados en la providencia.

«Amar a Dios y a los pobrecitos por amor de Dios, pero amor de obras, no de palabras»

Lugares como este nunca estarán en las portadas de los diarios porque la enfermedad es algo que incomoda, pero cuando alguien entra en el Cottolengo encuentra que hay algo distinto, como dice la Hna. Belén, superiora de la comunidad de Barcelona: “Hay algo que te agarra hasta tal punto que cuesta vivir sin el Cottolengo”. Puede que sea la alegría, la esperanza o  las ganas de luchar que transmiten los enfermos, que hacen de la casa un lugar contracultural, un ejemplo vivo del Evangelio.

Frente a la tendencia natural de almacenar y buscar cómo tener siempre más seguridades, el Cottolengo vive gracias a la providencia. Las hermanas ni piden, ni la casa tiene ayudas de subvenciones. “Si los lirios del campo crecen, y las aves del cielo tienen lo que necesitan, ¿cómo no va a ayudarnos Dios?” declara la Hna. Superiora. “Es una experiencia y no una explicación, pero la providencia nos ayuda siempre. Los enfermos tienen lo que necesitan, y cuando hace falta algo no sé cómo pero llega una donación o una aportación.”

La experiencia que transmiten en la casa es que creer en Dios es creer en la providencia y que las casualidades son los milagros que Dios no quiere firmar. Es una experiencia de confianza que transmiten con una alegría inexplicable, pues donde muchos ven en la enfermedad, dolor, soledad y sin sentido, los que allí viven enseñan que la alegría, la ilusión y la esperanza son más fuertes y punto de unión  para esta gran y feliz familia. 

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