Solidaridad con la creación
El Papa Francisco nos propone pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que significa aprender a dar, y no simplemente renunciar

Hace unos siete meses el papa Francisco publicó una carta encíclica sobre el cuidado de la casa común, la Tierra, con una intención muy definida y un mensaje muy claro. Trata a esta casa de todos de «hermana» y nos dice que clama por el daño que le provocamos debido al uso irresponsable y al abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Con esto nos hace ver que es muy consciente del momento que vivimos y de la necesidad de tomar conciencia y proponer soluciones a partir de nuevas actitudes.
De entrada, estamos invitados —como dice el patriarca Bartolomé— a profundizar en las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no solo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos solo los síntomas. Nos propuso pasar —dice el papa Francisco— del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios.
Solidarios con la creación es mucho más que manifestar buenas intenciones, es comprometerse con el respeto y la defensa de la casa que es de todos, la Tierra. Podemos expresar nuestra solidaridad de muchas maneras, desde los sencillos detalles de no deteriorar ni dañar lo que nos ha sido dado y que debemos administrar bien, jamás como propietarios que se atribuyen la intención de destrucción o de abuso. Tenemos el ejemplo de san Francisco de Asís que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. No podemos separar —añade— la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
También será necesario tratar esta casa común con misericordia cuando la vemos tan deteriorada. Aceptar los límites de la Tierra es aceptar con humildad nuestros propios límites; precisamente en eso radica el respeto y la pasión por hacerla digna y habitable.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona