Sin miedo a mirar al Crucificado
Mons. Omella, en su reflexión sobre Viernes Santo, pide atrevimiento para mirar de frente a Cristo en la Cruz y a todos los crucificados de nuestro mundo

La celebración de la Pascua –pasión, muerte y resurrección de Cristo- es el eje que marca los Evangelios y el núcleo de la vida cristiana. El Viernes Santo, “la Iglesia pone ante nuestros ojos la Cruz de Cristo”, dice Mons. Omella, y los cristianos deben dejar el miedo a un lado y atreverse a “mirar de frente a Cristo en la Cruz” así como a todos los crucificados de nuestra época como los perseguidos, los maltratados o los abandonados. Sólo así, le podremos pedir que “nos libre de todo egoísmo, del terrible cáncer del odio, de la venganza, de la división”, asegura el Arzobispo de Barcelona. Porque, en definitiva, “la Cruz es la exaltación del amor sin medida de nuestro Dios que ofrece su vida por todos nosotros”.
Gracias a esta recomendación, el miedo por ver a Cristo crucificado se transforma en ternura ante Él, que da su vida por la Humanidad.
Texto íntegro de la reflexión
Buenos días.
Permitidme que empiece contando una breve historia que cuentan los viejos libros de los monjes del desierto. Dice así:
«Un monje preguntó a otro: ¿Por qué será que muchos abandonan la vida monástica? Y el otro monje le contesta: En la vida monástica sucede lo mismo que a un perro que persigue a una liebre: la persigue y en la carrera grita y ladra; se le unen muchos otros y todos corren juntos, pero a un cierto momento todos aquellos que no ven a la liebre se cansan y uno después de otro desisten; sólo los que la ven, siguen hasta el final».
Y comentan los padres del desierto: «Solamente quien ha puesto los ojos en la persona de Cristo crucificado puede perseverar hasta el final».
No tengamos miedo de mirar al Crucificado.
Hoy, Viernes Santo, la Iglesia pone ante nuestros ojos la Cruz de Cristo. La pone para que la contemplemos y la adoremos; para que le pidamos a Dios que nos libre de todo egoísmo, del terrible cáncer del odio, de la venganza, de la división. Atrévete a mirar de frente a Cristo en la Cruz.
Sí, poner la Cruz en el centro de nuestras vidas no es exaltar el sufrimiento. No se trata de hacernos creer que el dolor y el sufrimiento es el ideal del cristiano. La Cruz es la exaltación del amor sin medida de nuestro Dios que ofrece su vida por todos nosotros.
Qué bien lo expresa san Ignacio de Loyola cuando dice:
«Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en Cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador ha venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados.
Otro tanto mirando a mí mismo lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo, así viéndole tal, y así colgado en la Cruz, discurrir por lo que se ofreciere» (EE, 53).
Queridos amigos, miremos con ternura al crucificado que da la vida por ti y por mi, por cada uno de nosotros.
Y no dejemos de mirar a los crucificados de nuestro mundo: los perseguidos por su fe, las víctimas de toda clase de violencia, los niños maltratados y abusados sexualmente, aquellos a quienes no se les reconoce su dignidad, los abandonados en su soledad, las víctimas de abortos, de eutanasia… Que seamos para todos ellos verdaderos cirineos que con amor les ayudan a llevar el peso del dolor y de la cruz.
Hermanos, que Dios os bendiga a todos y os conceda su paz.