Seducido por la misericordia
"Lo que más define los seguidores de Jesús porque -como dice el Papa Francisco- en Jesucristo vemos el rostro de la misericordia del Padre."

Hace pensar mucho que un Papa como Francisco diga con toda humildad «soy un pecador en quien el Señor ha puesto sus ojos» y se vea reflejado en aquel relato evangélico de la llamada a Mateo: «Jesús vio a un publicano y, mirándolo con amor y eligiéndolo, le dijo: ¡Sígueme!» De este fragmento evangélico extraerá su lema episcopal, con el que ha querido poner identidad a su ministerio. Francisco es un hombre totalmente seducido por la misericordia de Dios y es desde esta experiencia que debemos entender su personal actuación. Y es justamente esto lo que le hace ser libre. Solo un hombre así y seducido por el amor de Dios es capaz de reconocerse pecador y llamar a todos a la conversión.
La «misericordia», como actitud y virtud evangélica, nos acerca al propio ser del Dios que nos ha revelado Jesús. En su ministerio en Galilea, como propuesta conclusiva del denominado Sermón de la Montaña, Jesús dice claramente: «Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Esta «perfección» toma un mayor sentido cuando apunta a una forma de amar más ilimitada —como es el amor a los enemigos— y es definida con la palabra misericordia, y dice: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Esto es lo que mejor define a los seguidores de Jesús porque —como dice el papa Francisco— en Jesucristo vemos el rostro de la misericordia del Padre.
Una Iglesia en salida, una Iglesia misionera que está presente en todas las periferias de la sociedad de hoy, encarnada como Jesús, debe ejercer la «misericordia» en su manera de vivir, de actuar y de predicar. En este sentido, el papa Francisco nos invita a realizar una profunda revisión porque el auténtico rostro del Dios misericordioso sea conocido y reconocido en nosotros. Con la actitud de la «misericordia», lo que propone es un estilo de hacer y un estilo de decir, fruto de una nueva manera de ser. Desde esta dimensión, es posible la revolución de la ternura, un antídoto capaz de deshacer cualquier brote de violencia y de dureza de corazón.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona