Retiro cuaresmal de Omella en Tortosa
Acción Católica General organiza un día de meditaciones con la presencia del arzobispo de Barcelona y del obispo de Tortosa

(Crónica de María Juana Querol Beltrán – Acción Católica General) El día 18 de marzo, a las 9.30 h. nos reunimos en la Casa de Espiritualidad Sant Enric d’Ossó de las Teresianas de Jesús-Tortosa, ciento cuarenta personas entre laicos y algunos sacerdotes y con la presencia de nuestro obispo, Mons. Enrique Benavent, para celebrar un día de retiro de Cuaresma. Organizado por la Acción Católica General y con la colaboración de la delegación de Misiones y la delegación de Catequesis, fue dirigido a los militantes y simpatizantes de la Acción Católica y abierto a todos los movimientos laicales y parroquias de la diócesis.
Las meditaciones fueron a cargo de Mons. Juan José Omella, arzobispo de Barcelona. El presidente de la Acción Católica, Toni Caballol, nos dio la bienvenida y dio las gracias por la asistencia tan numerosa. Toni, llevó la dirección de todo los cantos de la jornada.
A continuación, nuestro Sr. Obispo nos dirigió unas palabras diciéndonos que todos los presentes éramos cristianos comprometidos en nuestras parroquias, delegaciones diocesanas, movimientos, etc. Pero el papa Francisco nos llama a una conversión personal, ya que antes de ser agentes de pastoral, somos cristianos, somos discípulos del Señor. El tiempo de Cuaresma es el más adecuado para reavivar nuestra fe y encontrarnos con Jesús. Agradeció al Sr. Arzobispo de Barcelona el haber aceptado nuestra invitación para darnos este receso.
Después del rezo de la hora de Tercia de la Liturgia de las Horas, Mons. Omella hizo la primera meditación: «Dios está aquí y yo no lo sabía». La metodología fue a partir de los cuatro pasos de la Lectio Divina: lectio, meditatatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación) y en el centro de esta práctica se encuentra una actitud receptiva y reflexiva de lo que el Señor nos dice mediante su Palabra.
Antes nos hizo reflexionar con la pregunta: «¿Dónde estoy, Señor?» Tú nos conduces a través de momentos de silencio, de aridez, de fatiga, de desierto, para que nuestro corazón sólo en ti encuentra su reposo. A partir del texto del Génesis: «El sueño de Jacob», fue desgranando los pasos de la Lectio Divina, poniéndonos a la presencia de Dios, llamando a su puerta, esperando su misericordia y el don de su Palabra , para entrar en el misterio de su amor, sabiendo que la mirada de Dios tiene el poder de apaciguar con nosotros. Citó unas palabras de san Juan de la Cruz: «Dios, en su eterno silencio pronunció una sola palabra: Jesucristo». Necesitamos el silencio de boca, de corazón y de pensamiento para meditar la Palabra de Dios. Guardamos silencio Señor, no por amor al silencio, sino por amor a tu Palabra.
LECTIO. Se centró en la historia de Jacob, distinguiendo dos momentos en (Gn 28, 13-16): El primero nos presenta Jacob solo y el segundo nos presenta Jacob con Dios, en el sueño. Esta segunda narración podemos dividirla en tres partes: a) El símbolo: «Tuvo un sueño. Veía una escalera que se apoyaba en el suelo y su cima llegaba al cielo…» b) En este símbolo se declara: «Yo soy el Señor, Dios de Abraham y Dios de Isaac «. c) La promesa: «La tierra donde duermes, la daré a ti y en tu descendencia… Jacob se despertó del sueño y dijo: «Es cierto, el Señor está en este lugar y yo no lo sabía».
MEDITATIO. Un primer tiempo sería meditar sobre las «coordenadas visibles» de mi vida: familia, salud, trabajo, dinero, situación ante el futuro, etc. El segundo paso sería la meditación sobre las «coordenadas invisibles» muy reales también en nuestra vida: ¿Qué sentido tiene Dios en mi vida? Cómo me sitúo ante su Providencia? ¿Qué sentido tengo de su Palabra? Nosotros queremos ver los frutos, pero esto no nos corresponde. Hay que pensar que por encima de las dificultades, siempre está Dios ayudándonos.
ORATIO. Nos quedamos en silencio ante el Señor, pidiéndole fuerza y ​​valentía para vivir la fe y la confianza y que sepamos hacer nuestras las palabras de San Pablo (Rm 8, 35-39): «¿Quién nos separará del amor de Cristo ? La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre … nada del universo creado nos podrá separar del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, Señor nuestro «
CONTEMPLATIO. Escuchamos con silencio las palabras del Señor: «He estado, estoy y estaré contigo, todos los días de tu vida». Que ante su presencia se Pacifique nuestro corazón, dejándonos amar por Él que es nuestro Padre, que nos conoce y no nos abandona.
Después de un rato de descanso, salimos al jardín a hacer la «foto de familia» y de nuevo a la capilla. Se expuso el Santísimo y cantamos «Nada te turbe, nada te asuste». A continuación, en absoluto silencio ruega a lo largo de una hora. Antes de la Reserva el canto: «Quiero alabar mi Señor».
A continuación, Mons. Omella nos hizo la segunda meditación: «No temas, que yo estoy aquí contigo» (Is 41, 10). Esta meditación fue a partir del Evangelio (Mt 8, 23-27): «Jesús subió a la barca, y sus discípulos fueron con él. De pronto se levantó una gran tormenta en el lago, hasta el punto de que las olas cubrían la barca … ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen? «El Sr. Arzobispo también nos hizo esta meditación a partir de los pasos de la Lectio Divina.
Después de compartir una comida, de nuevo un largo rato de oración y a las 17 horas, la celebración de la Eucaristía presidida por el arzobispo Omella y nuestro obispo Enrique y concelebrada por dos sacerdotes. Todos los demás, después de comer, marcharon a sus parroquias para celebrar la Misa del sábado. El canto de entrada fue: «Su camino fue camino de todos». La 1ª lectura del libro del Éxodo (Ex 17, 3-7). El Salmo responsorial 94: «Ojalá que hoy sintiéramos la voz del Señor: No endurezcáis el corazón». La 2ª lectura de la carta de san Pablo a los Romanos (Rm 5, 1-2.5-8). Antes del Evangelio (Jn 4, 5-42) cantamos: «Laudate omnes gentes. Laudate Dominum «.
Mons. Juan José Omella inició la homilía con unas palabras de agradecimiento hacia nuestro Obispo, por haberle dejado presidió la celebración, a pesar de ser él el obispo de la diócesis. Nos dijo que estamos viviendo momentos difíciles, pero que los tenemos que vivir esperanzados. Nosotros trabajamos y otros recogerán el fruto, el cual pide esfuerzo y humildad, pero el Señor hace maravillas por encima de nuestra debilidad y nuestras miserias. Pensamos con los apóstoles. Eran débiles y pecadores, pero no los faltó la fuerza del Espíritu para trabajar. Tenemos que confiar más en el Señor, ser menos egoístas y no dejarnos llevar por el desánimo. La vida de esperanza se fundamenta en Dios: «Señor, dame esa agua, que no tenga más sed …» ¿Cuál es la fuente? Jesús. Dónde está la felicidad? En Jesús y el Evangelio. San Agustín buscaba la felicidad y la encontró en Dios: «Tarde te encontré, te buscaba fuera y estabas dentro». A Cristo lo encontramos en la oración y los sacramentos, pero también tenemos que encontrarlo en los pobres y los que sufren. Necesitamos, oración y compromiso, los dos pies para caminar. Que el Señor nos quite la tristeza que a veces tenemos y no olvidemos que él nos acompaña: «Yo estaré con vosotros …» «No tenga miedo, hombres de poca fe».
El canto del ofertorio fue: «Entre tus manos está mi vida, Señor» y el de comunión: «Dios tiene nombre». Después de la bendición final, el Sr. Arzobispo nos dijo unas palabras de agradecimiento y despedida. Os deseo un buen camino de Cuaresma hacia la Pascua y una buena Pascua de Resurrección. Nuestro Sr. Obispo dio las gracias a Mons Omella por haber aceptado la invitación, y todos, para las diferentes actividades que llevamos a cabo para dar conocer al Señor y producir frutos, siendo siempre buenos testigos. Oremos por los seminaristas y por las vocaciones sacerdotales. El lema de este año es: «Cerca de Dios y de los hermanos». Que el Señor les ayude a perseverar en el deseo de servirle y los que siga gritando, que escuchan su llamada. Al final el canto: Chica del pueblo, María»