Recortes voluntarios
[Sebastià Taltavull] «Aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,33). La frase es de Jesús, está escrita en el Evangelio y la Iglesia la proclama por todo el mundo. ¡Qué fuerte! Sin embargo, ¿cómo resuena?, ¿nos sorprende esta radicalidad de Jesús?, ¿por qué lo dice [...]

«Aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,33). La frase es de Jesús, está escrita en el Evangelio y la Iglesia la proclama por todo el mundo. ¡Qué fuerte! Sin embargo, ¿cómo resuena?, ¿nos sorprende esta radicalidad de Jesús?, ¿por qué lo dice así y qué sensibilidad le mueve? La doctrina social de la Iglesia, considerando el privilegio que el Evangelio concede a los pobres, no se cansa de confirmar que «los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás» y que una excesiva afirmación de igualdad «puede dar lugar a un individualismo donde cada cual reivindique sus derechos sin hacerse responsable del bien común».
Jesús nos quiere libres de cualquier atadura y la razón no radica sólo en el bien personal, sino en la realización del bien común. Es verdad que existe un derecho a poseer para el legítimo desarrollo de la actividad humana personal y familiar, pero siempre orientado hacia su función social.La Iglesiaexhorta a reconocer la función social de cualquier forma de posesión privada en clara referencia a las imprescindibles exigencias del bien común. Dice el Concilio Vaticano II que «el hombre no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también para los demás».
Quizá no nos resulta fácil responder a esta exigencia evangélica, como tampoco tener que encajar esta otra afirmación: «El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,27). Se trata, pues, de la coherencia de nuestra condición de discípulos, del seguimiento incondicional de Jesús como hecho que orienta decisivamente toda la vida. La respuesta creyente exige a los más favorecidos ciertas renuncias, e invita a todos a nuevas acciones de solidaridad hacia aquellas situaciones graves de pobreza que piden actuar con urgencia, quien sabe si «recortando» voluntariamente parte de lo que uno tiene. ¿Es esto lo que Jesús nos pide?
+ Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona