Reconocimiento ecuménico a Mons. González-Agàpito

Cristianos por Terrassa entrega este galardón al mérito ecuménico al delegado episcopal encargado de las relaciones interreligiosas del Arzobispado de Barcelona

Por su acercamiento entre confesiones cristianas y por su labor en favor de la unidad de las iglesias cristianas. Este fue el motivo principal por el que Cristianos por Terrassa concedió, el pasado viernes, la medalla al mérito ecuménico a Mons. Jaume González-Agàpito, delegado episcopal de Ecumenismo y Relaciones Interreligiosas del Arzobispado de Barcelona. La ceremonia de homenaje, que incluyó un concierto musical de la soprano María Teresa Vert, tuvo lugar en el auditorio de la Iglesia Evangélica Unida y contó con la presencia del obispo auxiliar de Terrassa, Mons. Salvador Cristau; del director general de Asuntos Religiosos, Enric Vendrell, y de la concejala de ciudadanía del Ayuntamiento de Terrassa, Lluïsa Melgares. También quisieron estar presentes representantes de numerosas iglesias, instituciones y partidos políticos.

Un homenaje al trabajo ecuménico

Josep Esplugues, delegado de Ecumenismo de la diócesis de Terrassa, entregó el galardón a Mons. González-Agàpito, destacando los méritos del homenajeado: «Porque lleva muchos años trabajando en este campo y ha hecho un buen trabajo. Y porque se ha esforzado mucho. Por lo tanto, es una persona con mérito para reconocerlos».

Posteriormente, fue el turno del galardonado que dejó claro que este mérito no se trata de un reconocimiento individual sino que «se reconoce un trabajo que en Cataluña se hace desde casi hace 60 años». El delegado de Ecumenismo y Relaciones Interreligiosas del Arzobispado de Barcelona recordó todo lo que tuvo que vencer el ecumenismo en tierras catalanas desde sus inicios como la total ignorancia del cristianismo de Oriente, el ansia evangelizadora de la «Segunda Reforma» o la antigua agresividad católica contra las minorías. Pero también quiso puntualizar que se han dado grandes pasos en este ámbito aunque se debe volver «al ecumenismo espiritual» que «fue el primer camino y el motor en nuestra realidad y de nuestra vocación ecuménica» . Y, para ello, citó algunos de los deseos que él mismo asume en su labor: «El ecumenismo debe ser una realidad y no una ficción (…) una realidad tangible: una vivencia de un amor real en la esperanza y en la fe (…) que debe ser vivido, hoy, con toda naturalidad y serenidad».

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