¿Quién fue San Roque?

Su onomástica es el 16 de agosto y se caracteriza por ser patrón de las epidemias contagiosas y los perros. San Roque es representado con un bastón y un sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole pan Uno de los textos más fidedigno que [...]

Su onomástica es el 16 de agosto y se caracteriza por ser patrón de las epidemias contagiosas y los perros. San Roque es representado con un bastón y un sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole pan

Uno de los textos más fidedigno que nos narra la vida de San Roque es el Acta Brevoria, un escrito anónimo y posiblemente redactado en la zona italiana de Lombardía en los alrededores del 1430. Según la tradición, Roque nació en Montpellier entre finales del siglo XIII y principios del XIV. Y se cree que era hijo del gobernador del rey de Mallorca en Montpellier, llamado Juan, y que en su nacimiento llevaba una cruz roja en el pecho que dejaba entrever su destino. Con 20 años, Roque se quedó huérfano de padres y heredó una gran fortuna. Pero, el joven recordó el consejo evangélico de Jesús y le siguió: «Si quieres ser perfecto, da tus bienes a los pobres y sígueme» (Mt. 19, 21). Roque vendió su fortuna y la repartió entre los pobres.

Un peregrino más

Con el deseo de seguir la pobreza de Jesús, San Roque peregrinó a Roma. Durante su peregrinaje, Roque hacía la señal de la Cruz sobre los enfermos infectados por la Peste y así logró curaciones milagrosas. Se cuenta que en la ciudad italiana de Cesena, antes de llegar a Roma, San Roque curó a muchas personas de la peste y en particular a un cardenal, y que éste le presentó luego al Papa.

La vuelta a Montpellier

Mientras volvía a su ciudad natal, tuvo un sueño en el que escuchó la voz de Dios: «Siervo fiel, ya que has tenido bastantes ánimos para dedicarte al cuidado de los enfermos por mi amor, tenlo para sufrir la prueba que te enviaré». Y, al día siguiente, al levantarse, notó que tenía fiebre y dolores intensos. Se había contagiado de la Peste.

Para no molestar a los otros enfermos, Roque decidió vivir en el bosque, en una cabaña que se encontró. Allí donde se acomodó, surgió un chorrito de agua cristalina y cada vez más abundante de una de las piedras. Apagando su sed con aquella agua milagrosa y lavándose frecuentemente en ella, se fue curando de su enfermedad poco a poco.

El perro salvador

Mientras estaba retirado en el bosque, cada día San Roque recibía la visita de un perro que le llevaba un panecillo. El perro provenía de una casa rica de la ciudad más cercana. Su dueño, Gottardo Pallastrelli, se dio cuenta de las acciones de su perro y le siguió. Al descubrir a Roque y saber que era sirviente de Dios, se hizo muy amigo suyo y dejó sus pertenencias para vivir en el bosque en penitencia.

Su muerte

Finalmente, San Roque pudo volver a Montpellier, que vivía en guerra, y donde lo consideraron un espía y lo encarcelaron durante cinco años. Una luz misteriosa iluminó su celda y Roque escuchó que Jesucristo le decía: «Ha llegado tu hora, y quiero llevarte a mi gloria. Si tienes alguna gracia que pedirme, hazlo ahora mismo». San Roque murió sobre el 1327 o el 1376.

Del calabozo salieron unos rayos de luz brillantísima. El cuerpo del Santo resplandecía y a su lado se encontró una tableta con esta inscripción: «Todos los que imploraron la intercesión de Roque, se verán libres del terrible azote de la peste».

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