¿Qué valor tiene el matrimonio?
En el cuarto día de trabajo del Sínodo, se ha puesto énfasis en las dificultades para entender el sentido del amor matrimonial

Los 181 padres sinodales han vuelto a retomar su reflexión sobre el acceso a la eucaristía por parte de los divorciados vueltos a casar que iniciaron este miércoles. Pero, al mismo tiempo, han instado a considerar y analizar individualmente cada caso. Las uniones del mismo sexo, los matrimonios mixtos o interreligiosos y los divorciados han sido los temas claves en estas séptima y octava congregaciones generales del Sínodo, así como la educación cristiana en la familia. Después de una intensa semana, este viernes se llegará al ecuador de esta primera fase del Sínodo sobre la Familia.
Séptima Congregación General
Dividida en dos fases -las situaciones familiares difíciles y los retos pastorales en relación a la apertura a la vida-, la sesión de trabajo del jueves por la mañana ha discutido sobre las uniones de hecho, las parejas homosexuales y los divorciados vueltos a casar. Y ha concluido que, para estos últimos, el hecho de no poder acercarse a la Eucaristía no significa que no son miembros de la comunidad eclesial. Al contrario, se deben reconsiderar las responsabilidades que pueden ejercer. En cuanto a las uniones de hecho, se ha destacado que muchas de ellas viven conservando el deseo de una vida cristiana y, por tanto, requieren una atención pastoral adecuada. En cuanto a las parejas de un mismo sexo -y reiterando la imposibilidad de reconocer el matrimonio homosexual-, los padres sinodales han subrayado la necesidad de un enfoque respetuoso y que no les discrimine.
Por último, también se reiteró el papel fundamental de los laicos en el apostolado de la familia y en su evangelización, así como el de los movimientos laicos que pueden acompañar a los núcleos familiares en dificultad.
Octava Congregación General
La discusión de la tarde estuvo dedicada al reto educativo por parte de la Iglesia y la familia. De nuevo, se puso énfasis en la importancia de una adecuada preparación para el matrimonio, ya que su celebración parece reducirse cada vez más a la dimensión social y jurídica dejando en segundo lugar la religiosa y espiritual. En este sentido, se dijo que a menudo los novios perciben el curso de preparación como una imposición y, a la larga, esto lleva a una escasez de conocimiento del valor sacramental del matrimonio.
Sin embargo, no es sólo cuestión de los novios. Los sacerdotes también juegan un papel importante y, por tanto, deben estar bien preparados para la pastoral del matrimonio y la familia. Hace falta, ha dicho, formación e información porque la santidad espiritual del sacerdote, su creatividad y su relación directa con las familias son particularmente apreciadas por los fieles.