Proximidad, implicación y confianza
Cualquier gesto que nos acerca, cualquier palabra que nos anima, cualquier detalle que genera confianza, son síntomas inequívocos de proximidad y de implicación en todo aquello que juntos nos proponemos llevar a cabo

Cualquier gesto que nos acerca, cualquier palabra que nos anima, cualquier detalle que genera confianza, son síntomas inequívocos de proximidad y de implicación en todo aquello que juntos nos proponemos llevar a cabo. Incluso, «las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga» (EG 26). Las personas tenemos que ayudar a que sean así en cualquiera de nuestras actuaciones solidarias.
Hacernos próximos es un mandato evangélico, proviene de Jesús. En cristiano, ni hoy ni nunca ha tenido sentido tratarnos en la distancia. Si es así, es fácil caer en la indiferencia y pensar que el otro no nos afecta. Es por eso que es fácil pasar de largo y dejarlo en la cuneta de la exclusión y del olvido. Hacernos próximos nos ayuda a pasar del desconocimiento a la comprensión del otro hasta considerarlo como alguien que me pertenece, un regalo para mí. Sólo pensarlo ya es un buen barómetro para graduar la calidad de la relación humana que establecemos.
Quien se hace cercano, se implica. Es el precio y el gozo de la encarnación. La implicación, cuando es humilde, suele ser discreta, pero eficaz, hasta el punto de que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda porque opta por una solidaridad desinteresada, es decir, sin intereses que la contaminan o intenciones que la corrompen. Me impresiona cuando el papa Francisco dice que «la comunidad evangelizadora se hace con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta distancias, se baja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo» (EG 24).
El momento actual, más que nunca, pide esta implicación por la necesidad que hay en todo de generar confianza. Primero, en un mismo por la convicción creyendo en que uno tiene que trabajar y, segundo, porque los demás deben poder fiarse. Transformar desde el Evangelio personas y estructuras es posible cuando hacemos que todos los demás puedan beneficiarse de una Iglesia que se hace cercana, se implica y genera confianza. Sencillamente, acoge, ama y sirve como Jesús.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona