Portadores de bondad y ternura
Cuando se cierra simbólicamente la Puerta Santa del Año de la Misericordia, quedan bien abiertas las puertas de nuestro corazón

Este es el tesoro que portamos. Cuando se cierra simbólicamente la Puerta Santa del Año de la Misericordia, quedan bien abiertas las puertas de nuestro corazón para seguir sintiéndonos afectados por la miseria de los demás y por nuestra propia fragilidad, tan necesitada de misericordia. Miseria y corazón, en una unidad compacta, portadores de bondad y ternura, porque jamás debemos separar el amor a los hermanos del amor misericordioso de Dios hacia la humanidad.
Hace un año el papa Francisco decía que «atravesaremos la Puerta Santa, en la plena confianza de sabernos acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continúa sosteniendo nuestra peregrinación». Ahora, después de un año debemos preguntarnos: ¿qué hemos hecho y qué estamos dispuestos a seguir haciendo? ¿Hemos progresado en amor a los demás, a los más pobres? ¿Nos ha «tocado» el corazón su angustiosa situación? ¿Hemos ejercido las obras de misericordia? ¿Hemos recorrido las etapas que el papa Francisco nos señalaba para alcanzar la meta de la misericordia con compromiso y sacrificio? Estas etapas de «no juzgar», de «no condenar», de «perdonar» de «dar», ¿las hemos conseguido?
También nos decía que, «cerrando la Puerta Santa, tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia». Y, nos exhortaba así: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros.»
Por eso decimos que el Jubileo «no se jubila», que el tiempo de la misericordia no se acaba, que no tiene fecha de caducidad, sino que es el eje transversal que comprende toda la vida de cada cristiano y de toda la Iglesia, encarnada como Jesús, en el corazón de nuestra sociedad para comunicarle la alegría del Evangelio en un encuentro con Él renovado cada día.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona
Administrador apostólico de Mallorca