Patriarca Sapera: sencillez y fama de santidad
El bisbe de Barcelona i secretari del Papa Luna va acabar pràcticament les obres de la Catedral de Barcelona al segle XV, excepte la façana principal i el cimbori que daten del segle XIX

Numerosos arzobispos han pasado por Barcelona a lo largo del tiempo. El obispo Sapera es uno de ellos. En realidad, se llamaba Francisco Clemente, pero su familia recibía el popular apodo de «Sapera» y de ahí que, en su escudo, aparezca figurada una pera. La vida de este obispo estuvo llena de acontecimientos importantes, tanto para él como para las diócesis de las que fue pastor: primero fue prior de Daroca (1399), arcediano del Penedès en Barcelona (1401) y obispo de Tortosa (1406-1410). Curiosamente, fue obispo de Barcelona en dos ocasiones: de 1410 a 1415 y en 1420, y arzobispo de Zaragoza entre los años 1415 a 1419. El año que le sorprendió la muerte, era de nuevo pastor o arzobispo de Zaragoza acumulando las dos mitras de Barcelona y Zaragoza.
Secretario del Papa Luna
En años anteriores a 1406, fue secretario de Benedicto XIII, al que fue fiel hasta que el mismo Sapera le aconsejó que renunciara al papado y el Papa Luna se enfadó. Sapera era un gran diplomático, muy inteligente y con una gran fama de santidad. Participó acompañando a los compromisarios en el Compromiso de Caspe, en el que se impuso Fernando de Antequera como rey de Aragón, Valencia y Cataluña. Sapera, al cambiar la obediencia a favor del papa Martín V, este pontífice le concedió el título de patriarca de Jerusalén.
Descalzo para el pueblo
Según la crónica eclesiástica de Barcelona, «el obispo Sapera presidió descalzo la procesión de penitencia, pidiendo que el «buen Dios» cesara los terremotos que estaba sufriendo Barcelona» en 1420. La ciudad estaba afligida por los terribles terremotos que se iniciaron ya en la Nochebuena del 1419. En la fiesta de la Purificación de 1420 (el 2 de febrero) los terremotos fueron tan fuertes que se desplomó el rosetón de la iglesia de Santa María del Mar matando a 25 personas. Es por ello que se hacían rogativas y procesiones «de multitudes nunca vistas de jóvenes, todos haciendo penitencia, descalzos y azotándose en medio de la calle». Los canónigos y el obispo Sapera iban, como el pueblo, descalzos.
Reminiscencias
El patriarca Sapera -que se encuentra enterrado en la capilla de la Inmaculada de la catedral de Barcelona- prácticamente terminó las obras de la catedral (el siglo XV); sólo faltaba la fachada principal. La fama de santidad de este obispo le llevó a que, incluso después de su muerte, se le siguieran atribuyendo milagros y su cuerpo se mantuviera incorrupto.