¡Pasar por el mundo haciendo el bien!

Es tan gratificante encontrar gente buena en cada paso que damos, y compensa tanto avanzarse a la bondad aportando lo mejor de cada uno

He sugerido muchas veces —porque lo creo firmemente— la necesidad de recurrir con frecuencia al Evangelio porque puede ayudarnos a crear entre todos un mejor clima de convivencia. Cuando los aparatos electrónicos no tienen acceso a una conexión diáfana decimos que no hay cobertura, lo cual nos impide dar vía de normalidad a la necesidad que tenemos de comunicación. Sin embargo, estamos satisfechos si conseguimos la cobertura deseada porque nos facilita entender mejor.

¿Y si esta cobertura fuera el esfuerzo de todos por crear un espacio de bondad que impregne todo el ambiente que nos rodea, tanto el que vamos construyendo cada día, allí donde estamos, como el que recibimos por pura gratuidad? ¡Es tan gratificante encontrar gente buena en cada paso que damos, y compensa tanto avanzarse a la bondad aportando lo mejor de cada uno! No puedo dejar de creer que en el corazón de cada persona, allí donde no podemos engañarnos ni engañar a nadie, encontramos esta fuente de bondad. El hombre bueno —dice el Evangelio— del tesoro de su corazón, extrae la bondad. La conciencia me dice que es necesario creer que así es.

Debe ser importante, pues, descubrir actitudes interiores que acompañan a la bondad: la lealtad, la rectitud de corazón, la ternura, la humildad, la sinceridad, la honradez, la misericordia y todas aquellas otras que con ella caminan juntas y están descritas como frutos del Espíritu: el amor, la alegría, la tolerancia, la paz, la benevolencia, la fe, la amabilidad, el dominio de uno mismo. Y aún más, la bondad también aparece en la descripción que hace san Pablo de quien ama: «Es paciente, es bondadoso, no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso, no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.»

Querer pasar por el mundo haciendo el bien es más que una buena decisión, es una vocación. Es lo que se dice de Jesús y es el testimonio que de nosotros espera. Sin duda, en esta corriente de vida encontramos, junto con la belleza y la búsqueda de la verdad, aquella felicidad que la bondad espontáneamente contagia.

 

Sebastià Taltavull Anglada

Obispo auxiliar de Barcelona

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