Partir el pan, para «partirse» en vida

El Papa Francesc en la celebració del Corpus entrellaça indissolublement celebrar l’eucaristia i la caritat amb els qui pateixen i ens convida a fer de la nostra vida un “partir-nos” pels germans, tal com Jesús es va deixar “partir” per nosaltres.

El jueves se celebró en el Vaticano la solemnidad del Corpus Christi. El papa Francisco, en su homilía, hizo una catequesis explicando el sentido de las palabras «haced esto en memoria mía» con las que Jesús instituye la eucaristía y la da a los discípulos para que siempre y en todas partes las comunidades celebren banquetes eucarísticos, haciendo hincapié en el vínculo entre la Cena del Señor y la caridad y amor al prójimo, haciendo comentario del texto bíblico del milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Llamados a dar de comer

El Papa dijo: ««Haced esto». Ya en otras ocasiones, ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es quien bendice y parte los panes, a fin de satisfacer a todas estas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.» Para Francisco la misión de la Iglesia en celebrar la eucaristía es cumplir el mandato del Señor y también expresa su deseo, comentando la acción de los apóstoles, que la Iglesia sea curativa de las hambrunas del mundo, tanto las espirituales como las materiales. Sólo hay una receta para hacerlo, según el Papa: que los cristianos ofrezcan lo que tienen sea poco o mucho.

La eucaristía va más allá de saciar el hambre, es signo de la salvación que nos viene de Cristo

Ciertamente que la Iglesia no tiene sólo la misión de curar las necesidades humanas, tiene sobretodo el encargo de salvar las almas, de acercar al hombre a Dios. Francisco pone el acento recordando que, si bien el gesto del pan bendito y partido por Jesús «pasa por las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente» y que eso «es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él», la misión encomendada a los apóstoles, al repartir aquellos panes, va mucho más allá de las necesidades humanas, del hambre de un día, de la sed en el calor, del frío en la noche en la calle. Francisco recuerda: «Es evidente que este milagro no sólo está destinado a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad, ofreciendo su carne y su sangre (Jn 6,48-58)».

El papa Francisco nos recuerda que ambos aspectos van íntimamente ligados, tal como una trenza, y no pueden librarse uno del otro. Los discípulos de Jesús no somos sólo místicos adoradores de Cristo verdaderamente presente en la Eucaristía, ni somos sólo una especie de ONG dedicada a saciar las necesidades de los hombres. El Papa nos invita, en la solemnidad del Corpus Christi, a vivir ambas realidades: «Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de estos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos». Ciertamente por eso el día del Corpus es también el día de la Caridad.

Dejarnos «partir» en la vida cotidiana siguiendo el ejemplo de Jesús que se «partió» por nosotros

La clave de la vida cristiana que se nutre en la Eucaristía es, según el papa Francisco, dejarse «partir», darse, entregarse, a los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús que «se ha dejado» partir «por nosotros» y el Papa nos invita y pide a vivir nuestro compromiso de fe en esta clave «nos damos, que nos dejamos partir por los otros» ya que Francisco nos recuerda «precisamente esta «fracción del pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos».

No sólo los santos, todos estamos llamados

Terminando sus palabras, Francisco hace una gran y vital referencia a aquellos que viven su vida ordinaria, su cotidianidad, «dejándose partir» por los demás. No son sólo «los santos y santas -famosos o anónimos-, que se han dejado «partir» a sí mismos, a sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos»». Son también, y aquí nos sorprende de nuevo el papa Francisco con su atrevido sentido de tener los pies en el suelo «cuántas madres, cuántos padres, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se esfuerzan al máximo para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, como ciudadanos responsables, se han desvivido por defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados».

Eucaristía: el poder de Cristo resucitado. ¿Cómo lo vivo yo?

Dónde está, entonces, el secreto para llevar esta vida de dejarse «partir» por los demás? ¿Cuál es la fuerza que parece oculta y que permite el compromiso cristiano? No es ningún hechizo, ni remedio milagroso. No es ninguna fuerza telúrica, ni veneno secreto. Es simple, pero adorable y contemplada: la Eucaristía. En palabras del Papa es «en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía»».

Francisco acaba deseándonos, por no decir pidiéndonos, que al participar de la eucaristía y de la procesión nuestra vida sea «hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la multitud actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero». Podemos recibir la vida que Jesús nos da en su cuerpo y su sangre verdaderamente presentes en la eucaristía en la que él se «parte» por nosotros, si nuestra vida cristiana no es «partirnos» para los demás especialmente por los que sufren. Francisco nos invita a pensar esto y, por qué no, a rogárselo. 

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