Palabras del Cardenal en el Atrio de los Gentiles
Palabras conclusivas del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en el Atrio de los Gentiles, Basílica de la Sagrada Familia, 18 de mayo de 2012 Mis palabras conclusivas de este Atrio de los Gentiles de Barcelona 2012 son, en primer lugar, para dar gracias a cuantos lo han hecho posible, en su [...]
Palabras conclusivas del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona,
Dr. Lluís Martínez Sistach, en el Atrio de los Gentiles,
Basílica de la Sagrada Familia, 18 de mayo de 2012
Mis palabras conclusivas de este Atrio de los Gentiles de Barcelona 2012 son, en primer lugar, para dar gracias a cuantos lo han hecho posible, en su preparación, organización y realización, y de una manera especial a quienes han colaborado con su palabra, su canto, sus ideas y su arte. Deseo agradecer muchísimo la constante colaboración del Pontificio Consejo para la Cultura, de su Presidente el Cardenal Ravasi y de sus colaboradores. El itinerario que empezó en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, ha continuado en la Universidad de Barcelona, el alma mater, siguiendo al Institut d’Estudis Catalans, para concluir en esta bellísima Basílica. Gracias a todos sus representantes por la exquisita acogida que han dado al Atrio de los Gentiles. Gracias también a los medios de comunicación por la difusión que están haciendo.
Nuestro Atrio de los Gentiles ha sido una exitosa experiencia de diálogo amistoso y respetuoso entre personas de convicciones diferentes sobre como el arte y la belleza nos predisponen y nos conducen a la trascendencia. A nivel de fe cristiana, creyentes y no creyentes nos hemos encontrado y para muchos ha sido un primer paso, una primera experiencia de reflexión común sobre cuestiones humanas muy importantes para nuestra vida, como es la belleza y sin excluir la cuestión de Dios, que Benedicto XVI la ha calificado de “cuestión capital”. El diálogo entre la fe y la cultura es una forma de mostrar que la causa de la humanidad pide el esfuerzo conjunto de todos quienes se sienten llamados a sostenerla. La Iglesia se convierte en coloquio, la Iglesia se convierte en diálogo para ofrecer la Buena Nueva de la presencia amorosa de Dios en el mundo.
Hemos realizado una experiencia de relación entre fe y cultura que hoy es todavía muy necesaria. Recordamos que Pablo VI había dicho que el divorcio entre fe y cultura era uno de los dramas de nuestro tiempo. Hemos podido ver como la cultura y la fe se pueden y se tienen que complementar con mucha armonía y que se necesitan mutuamente. El Evangelio afana en arraigarse en la pluralidad de culturas que hay en el mundo. La fe cristiana se encarna en cada cultura porque la forma de presencia divina en la historia pasa por Jesucristo.
Ha sido agradable encontrarnos juntos en estas sesiones, como en la vida de cada día. En el Atrio de los Gentiles celebrado en París, el 25 de mayo de 2010, Benedicto XVI dijo a los jóvenes que participaron: “Al dirigirme a vosotros, yo pienso en todo aquello que vosotros deseáis deciros: no creyentes, queréis interpelar a los creyentes, especialmente exigiendo de ellos el testimonio de una vida que sea conforme con lo que ellos profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la convierta en inhumana. Creyentes, vosotros queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que os habita merece ser compartido, merece una interpelación y una reflexión”.
Pienso que el contenido de estas palabras ponen de relieve la riqueza del diálogo que hemos empezado con estas sesiones del Atrio de los Gentiles de Barcelona y que seguramente han creado unas relaciones personales y han construido puentes entre nosotros para que nuestro diálogo amistoso y respetuoso continúe y progrese, lo que armoniza plenamente con el contenido de la Nueva Evangelización de nuestro Plan Pastoral Archidiocesano.
Esta sesión conclusiva la celebramos en esta basílica de una belleza singular y de una riquísima simbología religiosa, obra del genial arquitecto Antoni Gaudí. Éste sabía que la belleza tiene un poder provocador y atrae hacia la bondad y la verdad. La belleza conduce a la trascendencia y, en definitiva, a Dios. Gaudí creía que su obra invitaba y conducía a la fe, que detrás las piedras de este templo había una elocuencia que hablaba de infinito. Podemos decir que este templo gaudiniano es una cartografía del sagrado, un gran mapa donde el mundo puede leer las grandes preguntas de la vida, del origen y del fin, del cielo y de la tierra. Esta rica simbología evangélica, habla e interpela a todos quienes entran en estas naves y contemplan sus fachadas. Quiere presentar Dios y quiere conducirnos a Dios.
Dostoievsky decía que la humanidad puede vivir sin ciencia, puede vivir sin pan, pero sin belleza no podrá seguir viviendo, porque ya no habría nada a hacer en el mundo. En los interesantes y sugestivos diálogos de estas sesiones hemos experimentado que el “camino de la belleza” puede convertirse en un recorrido artístico y estético, y en itinerario de fe, de búsqueda teológica. Y también somos conscientes de que la ciencia y el pan son muy necesarios – especialmente en estos momentos de grave crisis económica – y la belleza nos puede ayudar muchísimo a superar esta crisis, puesto que además de económica es también una crisis antropológica y de valores, y la belleza nos dirige a la verdad y a la bondad.
Nuestro encuentro ha sido muy provechoso porque ha dejado detrás nuestro las apologéticas feroces y el manto gris de la superficialidad y de la indiferencia que entierra las aspiraciones profundas de búsqueda. Pienso que se han hecho presentes las razones profundas de la esperanza del creyente y de la espera del agnóstico. De este encuentro salimos todos mutuamente enriquecidos y estimulados. Haciéndome eco de un pensamiento del Cardenal Ravasi, promotor del Atrio de los Gentiles y a quien agradezco muchísimo su presencia y dedicación en todas las sesiones, creyentes y no creyentes nos encontramos a menudo sobre un terreno diferente del punto de partida: hay, en efecto, creyentes que piensan que creen, pero que en realidad son incrédulos e inversamente, hay no creyentes que piensan que no creen, pero que tienen un itinerario que está en condiciones de desarrollarse, en un cierto momento, bajo el cielo de Dios (cf. Osservatore Romano, 12 de febrero de 2011).
Aunque la cultura actual del mundo europeo occidental es poco sensible a la trascendencia, no podemos perder la riqueza del misterio porque en nuestra vida hay constantemente la presencia del misterio de Dios que muchas veces no aparece explícitamente, pero que los santos y los místicos nos lo pueden explicitar. La fe cristiana es un don de Dios y nos hace falta a todos abrirnos a Dios, a la Belleza divina, para recibir la luz de la fe, la claridad que ilumina todas las oscuridades, los interrogantes y las dudas. Es la actitud que han tenido muchos hombres y mujeres que han buscado la auténtica belleza, Dios, y con la humildad de la plegaria han pedido esta luz que ha cambiado su vida.
Con la alegría en nuestros corazones engendrada por el diálogo amistoso que ha presidido las sesiones del Atrio de los Gentiles de Barcelona, clausuramos esta experiencia con el canto el “Hallelujah” del Oratorio de “El Mesias” de Händel, y con el deseo de continuar dialogando.