Origen de la solemnidad del Corpus Christi
Siguiendo la tradición, la Catedral de Orvieto en Italia custodia uno de los milagros eucarísticos más importantes en la Historia de la Iglesia y que motivó al Papa Urbano IV a instituir la festividad del Corpus
A mediados del siglo XIII el P. Pedro de Praga dudaba sobre la Presencia de Cristo en la Eucaristía y peregrinar a Roma para rezar sobre la tumba de San Pedro, luz por sus dudas de fe y la gracia para vivirlas.
A su regreso, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, de la Sagrada Ostia brotó sangre manchando el corporal con la preciosísima sangre.
Llegó la noticia rápidamente al Papa Urbano IV, que se encontraba muy cerca de Orvieto, y mandó que le llevaran el corporal. La Venerada reliquia fue llevada en procesión y se dice que el Papa, al ver el milagro, se arrodilló ante el corporal y luego se lo mostró a la población.
Más adelante el Papa hizo pública la bula Transiturus, con la que ordenaba que fuera celebrada la Solemnidad del Corpus Christi en toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. Actualmente, en muchos lugares, como en nuestra casa, por motivos del calendario festivo, la solemnidad del Corpus tiene lugar el domingo siguiente.
Asimismo, el Papa Urbano IV encargó a Santo Tomás de Aquino la preparación del oficio litúrgico para la fiesta y la composición de himnos adecuados que son, todavía hoy en día, cantados con devoción por la Iglesia cuando adora a Cristo verdaderamente presente en el pan y el vino eucarística: Tantum ergo, Lauda Sion.
La Santa reliquia se conserva en la Catedral de Orvieto y se puede apreciar en una capilla edificada en honor de este milagro eucarístico. El corporal se saca en procesión cada año durante la Solemnidad del Corpus Christi y tiene un lugar de honor destacado en las fiestas de la Catedral.
San Juan Pablo II, durante su visita a la Catedral de Orvieto en 1990, señaló que «Jesús se ha convertido en nuestro Alimento espiritual para proclamar la soberana dignidad del hombre, para reivindicar sus derechos y sus justas exigencias, para transmitirle el secreto de la victoria definitiva sobre el mal y la comunión eterna con Dios».