«¡No quiero cambiar nunca de papás!»
Artículo del obispo auxiliar de Barcelona publicado el pasado 29 de agosto en el semanario de información religiosa Catalunya Cristiana

Debía tener unos cuatro o cinco añitos. Agarrada de la mano de su padre y de su madre les dijo: «¡No quiero cambiar nunca de papás!» La verdad es que me impresionó escucharlo por la calle. La respuesta del padre no se hizo esperar.
«¡No te preocupes porque siempre tendrás los mismos papás!» Una conversación familiar que cazas al vuelo en medio de la calle. A continuación la convertí en oración poniendo en manos del Señor a aquella familia y tantas otras. Qué lección. Padre y madre que prometen fidelidad a su hija, dándole la confianza de la perpetuidad de su compañía.
Cuando ocurre todo lo contrario, son los más débiles, y en este caso los niños, quienes suelen ser víctimas de los problemas de los adultos. Y son precisamente ellos, los niños, los que preven qué puede suceder. Es cierto que cuando llegan las dificultades deben afrontarse de cara y tratar de superarlas con el amor y el perdón, comprendiendo y ayudando cuando las personas se encuentran con situaciones que parecen irreversibles. Todo esto no deja de provocar que el angustioso clamor de los más pequeños sea una profética voz que denuncia una realidad extendida en muchos hogares. Una voz que no solo debe ser escuchada, sino eficazmente ayudada en la situación que reclama.
Los más pequeños nos están observando y esperan de los adultos más madurez en los compromisos que han contraído, más coherencia de vida, mejor ejemplo. Y en concreto lo piden a sus padres, que estén más cerca, más unidos, más contentos, más dispuestos a ayudarles, en definitiva, más fieles al amor que un día se prometieron y que es la clave de la felicidad de toda la familia. Necesitamos la positiva aportación de unas familias que sean verdaderas comunidades de vida y de amor, capaces de comunicar esta experiencia positiva que, al mismo tiempo, predispone a comprender con amor de misericordia a aquellas otras que no llegan a conseguirlo. Nuestra preocupación y misión debe ser no dejarlas solas y poner todos los medios necesarios para poder rehacerse.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona