Mons. Omella: «el pobre no es un número, es un rostro»
El arzobispo visita el comedor social de San Egidio y la basílica de San Justo y Pastor con los miembros de la comunidad

El arzobispo de Barcelona Mons. Juan José Omella ha hecho su primera toma de contacto con la Comunidad de San Egidio para conocer su misión y ver más de cerca la labor que desarrollan. El encuentro se organizó en dos visitas, una en el comedor social de la comunidad, donde se sirve comida semanalmente a los más vulnerables y, en segundo lugar, en la Iglesia de San Justo y Pastor con todos los miembros de la comunidad.
Comedor Social
Con un trato cercano y de tú a tú. De esta manera Omella se presentó con algunos de los usuarios que acuden al comedor de la Casa de la Solidaridad de San Egidio, ubicado en el número 12 de la calle Ataulfo. Fue la primera parada de la visita donde, mientras los voluntarios preparaban y servían la comida, el arzobispo charlaba con los comensales, preguntándoles por su procedencia y compartiendo opiniones diversas de forma informal y amistosa.
Raquel Sancho, la responsable de la Casa de la Solidaridad, explicó al arzobispo el funcionamiento de este comedor, que tiene capacidad para unas sesenta personas y que ofrece su servicio desde octubre de 2013. Un centro que se suma a la labor solidaria de San Egidio y que pretende ser «un espacio de cooperación». Los miembros de la entidad entregaron un ejemplar de la guía Dónde comer, lavarse y dormir, que la entidad hizo principalmente, para los sin techo.
San Justo y Pastor
La visita continuó unas calles más allá, en la basílica de San Just y Pastor, la sede de la entidad, y la segunda parada. Allí, toda una multitud perteneciente a la comunidad lo esperaba, entre ellos, el rector, el Dr. Armand Puig que lo esperaba en la entrada de la iglesia.
El rector i Omella entraron en la capilla del Sagrario a orar, y allí mismo, el responsable de San Egidio en Barcelona, ​​Jaume Castro, le mostró los libros de la entidad, donde aparecen todos los indigentes y voluntarios difuntos que encontraron una familia con San Egidio.
Seguidamente, sentados todos los asistentes en los bancos de la basílica, comenzó una exposición sobre las tareas y la misión que acoge la razón de ser de San Egidio. Castro, el primero en intervenir, hizo un repaso de los orígenes de la comunidad, en Roma hasta llegar a su establecimiento en Barcelona, ​​en 1989. Desde entonces, se ha trabajado para acoger a los más vulnerables de la ciudad ofreciendo puestos de reposo, una comida caliente, una cama donde dormir y sobre todo una mano donde agarrarse en los momentos más difíciles.
Hubo dos intervenciones más, una sobre la paz, en que la comunidad se mostraba siempre dispuesta a «construir puentes para el diálogo, para testimoniar la unidad que se desprende», y por otro lado, una exposición sobre el valor de la cultura y la vida de cada uno.
Un «oasis en medio del Sahara»
Omella agradeció la invitación y expresaó la grata sensación con este encuentro. Concretamente, destacó la imagen que le había quedado, lo suponía un contraste medio sociedad, que habían mostrado los interventores y que muchas veces se describe. Como dijo, «un oasis en medio del Sahara». «Hay miseria, hay pobreza, hay secularización, sin embargo, hay un grupo de gente que cree y acoge los que vienen a ver agua a descansar a dormir, etc.
Sin embargo destacó el trato con los pobres que va más allá de un acto solidario, y llega de tú a tú apelando a la importancia del nombre. «Los pobres del comedor tienen un nombre y tienen un país de origen, y al entrar aquí dentro en la capilla he visto los nombres de los que han muerto, de la comunidad y de los pobres. El pobre no es un número, es un rostro, y tiene un nombre y una historia, gloriosa o penosa, pero siempre dentro la mano de nuestro Dios».
El arzobispo consideró dos pilares en toda la tarea que desarrolla San Egidio, «la oración y los pobres». En cuanto a la oración subrayó el sentido de «mirar con los ojos de Dios y amar con el corazón de este», un acto que hay que mantener. «Es por eso que hay que intensificar la oración, porque con él vemos las personas de otro modo, y dentro del corazón de cada persona encontramos sed de Dios», dijo Omella.