Misioneros de la misericordia: ¡todos!
Es la llamada a ejercer la misericordia en acto, en acción, lejos de teorías, discursos y buenas intenciones, razón por la cual debemos hacer creíble cada día nuestra fe cristiana

Este era el tono del envío que todos recibimos el pasado sábado en Santa María del Mar en el acto de clausura del Año de la Misericordia. Nos reunimos en fraternidad de Iglesia, escuchando testimonios y cantando la misericordia del Señor, rezando juntos y proponiéndonos actuar cada día con el estilo del Evangelio que sabe que el amor no pasa jamás. Lo hicimos agradeciendo un Año santo en el que nos hemos sentido acompañados y estimulados a hacer el bien, sobre todo desde el amor misericordioso que se siente afectado cuando descubre la precaria situación de aquel o aquella a quien amar, porque en él y en ella se manifiesta el rostro de Jesús que me dice que se hace presente.
Fortalecidos y animados por la Palabra de Dios proclamada que nos decía que el amor es la medida de todo —un amor sin medida— nos vimos proyectados hacia el futuro con la propuesta de la preparación de un Plan pastoral que nos convoca a realizar un trabajo de conjunto que nos comprometa a todos en una decidida conversión pastoral después de haber hecho juntos, en comunión y oración, a lo largo del tiempo que empieza, una conversión personal.
Es la llamada a ejercer la misericordia en acto, en acción, lejos de teorías, discursos y buenas intenciones, razón por la cual debemos hacer creíble cada día nuestra fe cristiana y auténtico nuestro testimonio. Por eso, convertimos el final del Jubileo en un principio, en un comienzo que mira al futuro con entusiasmo y con esperanza, haciendo que la misericordia sea la viga de nuestra Iglesia.
Por eso, nos urgimos a hacer realidad las obras de misericordia, las que sabemos y conocemos y aquellas que, con las necesidades que descubrimos en nuestro entorno, iremos realizando con la ayuda del Señor. Esto pide atención a las personas, a la realidad que nos rodea y abrir el corazón afectado por lo que ve y encuentra. Hemos oído que se nos decía que «las instituciones acogen, pero las comunidades integran». Es necesario que crezcamos en este esfuerzo de integración y refuerzo de nuestros vínculos comunitarios, siempre bien unidos por el amor.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona
Administrador apostólico de Mallorca