Memoria obligada y obligatoria
Cuando el papa Francisco nos dice que quiere una Iglesia pobre entre los pobres, nos está pidiendo urgentemente una presencia real, efectiva y afectiva que lleve a una transformación de aquellas personas y entidades que pueden ayudar a superar esta crisis

En el momento de su elección como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, el papa Francisco escuchó de un cardenal amigo esta humilde sugerencia que le llevó a elegir el nombre del pobre de Asís: «¡Jamás te olvides de los pobres!» Este es un pensamiento muy arraigado en la mentalidad de los primeros cristianos como lo demuestra lo que Pablo dice a la comunidad de Galacia: «Tan solo nos pidieron que nos acordásemos de sus pobres, cosa que yo he procurado cumplir con gran solicitud» (Ga 2,10). Lo peor que puede pasarnos es que nos acostumbremos a no pensar en ellos.
La insensibilidad social nos lleva a crear un mundo ficticio que olvida la realidad, y la realidad es dura, la que sabemos porque interesa que la conozcamos, y la que no sabemos porque interesa demasiado que la ignoremos. Un mundo de intereses económicos y de poder manejan los hilos de una información que dice solo lo que le interesa. En el mundo existen dramas humanos olvidados que no interesan porque no puede extraerse ningún beneficio económico de ellos.
Cuando el papa Francisco nos dice que quiere una Iglesia pobre entre los pobres, nos está pidiendo urgentemente una presencia real, efectiva y afectiva que lleve a una transformación de aquellas personas y entidades que pueden ayudar a superar esta inacabable crisis. Esta Iglesia, la nuestra, junto con muchos hombres y mujeres de buena voluntad, es la que trabaja a favor de los inmigrantes y quiere recibir a los refugiados que solicitan acogida en el momento en el que son expulsados de nuestras fronteras. A la generosidad de la oferta se le impide responder al angustioso clamor de la demanda.
El pobre, para servirlo, primero debe ser amado, reconocido en su dignidad, ya que es a él al que Dios otorga su primera misericordia. Es necesario intensificar la oración para que los endurecidos corazones de quienes tienen la responsabilidad de las decisiones sobre los que huyen del hambre, de la violencia y de la injusticia, se ablanden y sean capaces de crear y favorecer la acogida y la integración de quienes tienen la misma dignidad que cualquiera de nosotros.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona