Luz que apunta en la oscuridad

Hace mucho tiempo, Jesús, lo aprendimos y todavía lo cantamos: «Vós sou, Senyor, la Llum del meu cor, vós sou la meva força, en vós, Senyor, jo trobo el meu bé, vós m’ompliu de joia!» Jesús, eres la Luz del mundo y has llegado a nosotros, en ti ha brillado el amoroso rostro de Dios. Eres la Luz del mundo y has resplandecido [...]

Hace mucho tiempo, Jesús, lo aprendimos y todavía lo cantamos: «Vós sou, Senyor, la Llum del meu cor, vós sou la meva força, en vós, Senyor, jo trobo el meu bé, vós m’ompliu de joia!» Jesús, eres la Luz del mundo y has llegado a nosotros, en ti ha brillado el amoroso rostro de Dios. Eres la Luz del mundo y has resplandecido en medio de la oscuridad, presente en el mundo, pero todavía hay quien no te reconoce.

Ábrenos los ojos, los ojos nuevos de la fe. La sencillez de una familia y la pobreza de un niño han revelado el misterio más luminoso de la historia, en el momento más oportuno, cuando los hombres y mujeres de todos los tiempos, siempre en busca de Dios, se han encontrado contigo en los márgenes de cada camino. Hecho hombre, has querido habitar entre nosotros. No hay mayor anuncio: ¡Dios con nosotros!

Vivimos indescriptibles momentos de alegría cuando la Luz, que es Cristo, se abre paso en la oscuridad y nos reencontramos con Dios en el camino de una búsqueda siempre confiada, esforzada, alegre y perseverante, abierta al infinito y a un amor que quiere ser correspondido.

¡Necesitas crecer —me dices— y verás más Luz, búscala nuevamente y la encontrarás! Necesitas dejarte guiar, déjate iluminar, pero no por ti mismo. ¡La Luz soy yo! Mira a los magos de Oriente, eres como ellos. Déjate guiar por la estrella y sigue caminando, no te detengas ni te desanimes. ¡Cada día estoy contigo! Mira a los letrados, a los que dicen que saben mucho: buscan la estrella en los libros y no la encuentran, ¡es que ya no la llevan en el corazón! Mírate a ti —me dices ahora—, mira a tus amigos, mira a toda la comunidad, mira a tu pueblo, ¿ves o no ves la estrella que aparece? O ¿crees que, ahogado por el recelo y la desconfianza, como Herodes, alguien te hace la competencia?

¡Jesús, tú eres la Luz del mundo, de nuestro mundo al que tanto amas! Tú eres quien nos llamas y en silencio venimos, el silencio de la admiración, del respeto y del amor, el silencio de la expectación y de la confianza, el silencio de la oración encerrados bajo siete llaves, y el silencio hecho Palabra y Eucaristía en el seno de la comunidad creyente. Jesús, que eres Luz que apunta en la oscuridad, acompáñanos y guíanos siempre.

Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona

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