Luz del mundo: una conversación con Benedicto XVI
Palabras del Sr. Cardenal Arzobispo, Dr. Lluís Martínez Sistach, en las conferencias coloquio «Benedicto XVI, el Papa escritor. Itinerario por los libros del pontífice», en el Museo Diocesano de la Pia Almoina el jueves 10 de marzo de 2011 La tarde del día 19 de abril de 2005 fue elegido Papa el Cardenal Joseph Ratzinger. [...]
Palabras del Sr. Cardenal Arzobispo, Dr. Lluís Martínez Sistach,
en las conferencias coloquio «Benedicto XVI, el Papa escritor. Itinerario por los libros del pontífice»,
en el Museo Diocesano de la Pia Almoina el jueves 10 de marzo de 2011
La tarde del día 19 de abril de 2005 fue elegido Papa el Cardenal Joseph Ratzinger. El Cardenal aceptó la elección del Colegio Cardenalicio «en espíritu de obediencia» y tomaba el nombre de Benedicto XVI, no sin sorpresa para muchos de los observadores. El nombre de Benedicto le evocaba «no anteponer nada a Cristo», que es la quintaesencia de la espiritualidad benedictina, contenido que había conformado no sólo el monacato latino sino también el sentido más profundo de la experiencia cristiana de la vida, sobre todo en Occidente. El nombre le vinculaba al gran «leitmotiv» de la paz, que había caracterizado la trayectoria de la última Papa «Benedicto», Benedicto XV.
En su primera aparición en la logia de San Pedro, el Papa se presentó al mundo como «un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor». Muchos recordaban la figura modesta y casi imperceptible del Cardenal Ratzinger, cruzando la plaza de San Pedro desde el Borgo Pio hasta el viejo «Palazzo» del Santo Oficio, con una boina negra y la cartera de documentos en la mano. Siempre ha sido un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor.
Hay que poner de relieve que su gran mensaje, su magisterio – las tres encíclicas y sus dos exhortaciones post-sinodales sobre la Eucaristía y la Palabra de Dios – se han situado en la perspectiva espiritual y pastoral de las virtudes teologales de la caridad y la esperanza. Esta es una perspectiva en la que se encuentran los más profundos y cruciales interrogantes del hombre con la respuesta luminosa y gozosa de la Palabra de Dios, que es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros para que tengamos vida abundante, feliz y eterna.
La concesión de una entrevista por parte del Santo Padre al periodista Peter Seewald, viene a coincidir con los cinco años de pontificado de nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI. Los católicos de todo el mundo amamos al sucesor de Pedro, pero los de nuestra querida archidiócesis aún más porque Benedicto XVI nos ha visitado recientemente para dedicar la Basílica de la Sagrada Familia y visitar la Obra Benéfico Social del Niño Dios.
Esta visita apostólica ha sido un auténtico acontecimiento histórico para la ciudad, para la archidiócesis y para Cataluña. El Papa ha venido, se ha acercado a todos nosotros. Lo hemos visto cercano, sencillo y cariñoso. Rompió en varias ocasiones el protocolo para acercarse a los niños, los ancianos y los discapacitados.
Leyendo el libro Luz del mundo se tiene la sensación de tener al Papa Benedicto XVI a nuestro lado, como si fuéramos cada uno de nosotros quienes le hubiéramos hecho la entrevista. El Papa contesta todas las preguntas con un lenguaje claro que quiere hacerse entender por todos. Se ha dicho del Papa que es un intelectual a quien entienden los sencillos. No es frecuente que un Papa conceda entrevistas y esta vez, Benedicto XVI lo ha hecho manifestándose como un comunicador de primer orden. Logra ser él mismo, profundo y transparente, como aparece también en sus discursos y homilías.
Benedicto XVI contestó las preguntas de Seewald entre los días 26 y 31 de julio de 2010, en Castelgandolfo. El Papa hizo poquísimas correcciones al texto que le presentó el entrevistador en alemán para precisar su pensamiento con más exactitud, sobre el riquísimo y variado contenido de la conversación mantenida y publicada. Concretamente, los temas son: el cambio radical y no buscado del último periodo de su vida, el terrible escándalo de los abusos sexuales cometidos por eclesiásticos, la crisis económica global y ambiental, la dolorosa realidad causada por la droga y el turismo sexual , la irreversibilidad del compromiso ecuménico asumido por la Iglesia Católica y su relación con el Hebraísmo, la relación de conflicto y amistad con el Islam y las otras religiones, los viajes, la sexualidad, los problemas del gobierno, las realidades últimas olvidadas pero que marcan el destino final de todos los seres humanos y del mundo.
Benedicto XVI habla de sí mismo, de su ministerio y de su pensamiento. Para conocer mejor la personalidad del Papa es bueno escuchar lo que él mismo dice: «No os preocupéis de mañana, cada día tiene su propio afán. El afán de un día es suficiente para el hombre, no puede soportar más. Por tanto, procuro concentrarme en trabajar el afán de hoy y dejar el otro para mañana» (p. 81). Y nos dice: «Yo me dije, simplemente, soy quien soy. No intento ser otro. Lo que puedo dar, lo doy, y lo que no puedo dar, tampoco intento darlo. No procuro hacer de mí lo que no soy. He sido elegido y hago lo que puedo «(p. 122-123).
Los temas de la conversación mantenida por el Santo Padre con el periodista que le hizo la entrevista son muchos y diversos. Sin embargo podemos descubrir fácilmente que el tema central y de fondo es el de Dios. Es bien conocido que la primera prioridad del Papa en su pontificado es llevar a los hombres de hoy al acceso a Dios. Este fue el tema central de las palabras de Benedicto XVI en Santiago y en Barcelona. El tema de Dios es de una importancia capital en nuestras sociedades del occidente europeo, en las que un gran número de personas viven como si Dios no existiera, con todas las consecuencias negativas y dolorosas que esto tiene para el bien de las personas y de la sociedad.
En las respuestas da contenido y claves que permitan al hombre de hoy reconocer y saborear la presencia de Dios, que se manifiesta de muchas maneras. Y a la vez Benedicto XVI pone de relieve también en el libro Luz del mundo la importancia que tiene el hombre y su realización integral para la Iglesia, es decir, el hombre como tal hombre en su relación con Dios, tema que trató también el Papa en su reciente viaje a nuestro país.
El Papa nos ha dicho que «es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afianzara y divulgara la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y enemigo de su libertad». No es así, ya que la gloria de Dios es también la gloria del hombre.
Un capítulo muy importante está dedicado a la dictadura del relativismo. El periodista hace referencia a un libro de Huxley, Un mundo feliz, que pronosticaba el año 1932 que el aspecto característico de la modernidad sería la falsedad. El Papa manifiesta que el concepto de verdad ha caído hoy bajo sospecha. Una gran parte de la filosofía actual insiste en afirmar que el hombre no tiene la capacidad de la verdad, y por tanto de la ética. Sin embargo esto no es así: el hombre es capaz de la verdad. Se está extendiendo una nueva intolerancia que quiere imponer a todos criterios interiorizados de pensamiento. En realidad este proceso conduce a una nueva religión que finge ser universal porque es racional, más aún, porque es la razón en sí misma, que lo sabe todo y, por tanto, establece el espacio que a partir de ahora debe ser determinado para todos.
El Papa nos dice que ser cristiano no debe convertirse en una especie de estrato arcaico paralelo a la modernidad. Es importante que intentemos vivir y pensar el cristianismo de tal manera que integre la modernidad buena y correcta y se separe y distinga de lo que se convierte en una contrarreligión. Mirando todo el mundo, se aprecia que el cristianismo en estos momentos está desplegando al mismo tiempo una creatividad completamente nueva. No ocupa el primer lugar dentro la opinión mundial, pero representa la fuerza vital, sin la cual también las demás cosas no permanecerían. El Papa concluye diciendo que «me siento muy optimista de que el cristianismo esté ante una dinámica renovada» (p. 72).
El Papa nos invita «a todos los cristianos a revivir el encuentro personal y comunitario con Cristo, Palabra de la Vida que se ha hecho visible… Participar de la vida de Dios es la alegría completa y comunicar esta alegría es un don y un trabajo imprescindible para la Iglesia «.
Uno de los acontecimientos más destacados del pontificado de nuestro Papa, le dice el periodista, es su libro sobre Jesús de Nazaret. Acaba de salir el segundo volumen de esta obra sobre Jesús. Y el Papa contesta que «no es un libro de Magisterio… sino un libro que me había propuesto desde hace mucho tiempo como mi última gran obra… Conscientemente no he querido hacer ningún acto de Magisterio, sino entrar en la discusión teológica e intentar presentar una exégesis que no siga ningún historicismo positivista, sino que incorpore también la fe como elemento de la interpretación «(p. 175). Y nos dice que «yo quise escribir el libro para ayudar a los hombres» (p. 175).
Cuando el cardenal Ratzinger fue elegido Papa pocos quizá podían pensar que le interesaría tanto la doctrina social de la Iglesia. Sin embargo el tiempo social de Benedicto XVI ha coincidido con la gestión neoliberal de la globalización capitalista y los dolorosos efectos que ha producido. El Papa dirá que «es el ser humano como tal el que está en juego nuestros días». En este sentido no es extraño que algunos digan que la Caritas in veritate debe ser interpretada como una encíclica teológica más que social. Es plausible porque es lo mismo. En el pensamiento de Benedicto XVI es lo mismo; para él, decir antropología es decir Dios y decir Dios es decir verdad, justicia y libertad: decir humanidad en fraternidad.
Él mismo nos dice que el Papa tiene la obligación de defender por todas partes los derechos humanos como consecuencia interior de su fe en la condición del hombre como imagen y semejanza de Dios, y de su vocación divina. «Tiene la obligación de luchar por la paz, en contra de la violencia y de las amenazas de guerra. Tiene la obligación de trabajar por la conservación de la naturaleza, de oponerse a la destrucción de la creación» (p. 34).
Benedicto XVI ha advertido a la sociedad que el relativismo, el individualismo y una cierta modalidad de positivismo son el resultado de una equivocada noción de la verdad y que las consecuencias personales, sociales, políticas, económicas y medioambientales de este posicionamiento epistemológico son imprevisibles. Esta reiterada llamada del Papa advirtiendo sobre todo esto de una manera rigurosa con su argumentación, ha hecho que el Papa Benedicto XVI sea reconocido, en todos los foros de pensamiento, como uno de los intelectuales más importantes de nuestro tiempo.
La dictadura del relativismo que mencionó el Cardenal en su homilía en la misa Pro eligendo Pontifice constituye el escenario en el que resulta necesaria para el siglo XXI una empresa equivalente a la que realizó la tradición benedictina cuando tuvo que reconstruir una civilización cristiana sobre las ruinas de la cultura clásica.
Es muy significativa una sorprendente novedad respecto a la tradición de los documentos papales: las primeras citas de su primera encíclica hacen referencia a la Ilustración, Descartes y Nietzsche, a Platón y a Aristóteles. De esta manera, la verdad, palabra condenada por el nihilismo, recupera su dignidad. Este proyecto se hace más concreto en la encíclica Spe salvi. El cristianismo no consigue que su mensaje sea performativo porque ha vivido la esperanza de manera individualista y, por ello, reduccionista. Como reacción la cultura moderna puso su esperanza en el progreso, en la democracia, en la libertad política. El cristiano tiene que aportar algo propio e insustituible, solidario con su tiempo, pero convencido de la propia identidad: la ampliación de la razón, un diálogo abierto y constructivo, la dignidad de la persona humana, la lógica del don, el servicio desinteresado a la luz de un Dios Trinidad que es también el Creador; es frecuente en la encíclica sobre la esperanza la alusión al gozo de ser cristiano y a la fe como «servicio a la alegría», así como la presencia del Resucitado.
La conversación termina con una penúltima pregunta sobre si podemos salvar todavía este planeta, el nuestro, con nuestras propias fuerzas. El Papa responde que el hombre «sólo puede ser salvado si en su corazón crecen las fuerzas morales; fuerzas que sólo pueden provenir del encuentro con Dios… En este sentido necesitamos de Él que nos ayude a ser lo que nosotros mismos no podemos, y necesitamos a Cristo, que nos reúne en una comunidad a la que llamamos Iglesia» (p. 189).
Y el periodista termina la conversación con Benedicto XVI haciéndole la gran pregunta sobre por qué vino Jesús al mundo. El Papa contesta: «Él vino para que conozcamos la verdad. Para que podamos tocar a Dios. Para que encontremos la vida, la vida real, la que ya no está sometida a la muerte» (p. 189).
He aquí la gran verdad que la fe ofrece a la razón y que da pleno sentido a nuestra vida. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI, por todas las respuestas que encontramos en Luz del mundo y en su lúcido y sólido magisterio
Barcelona, ​​10 de marzo de 2011
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona