Los «sin voz» entran, también, por la Puerta Santa

La basílica de la Merced acoge el Jubileo de los sin techo con el arzobispo Omella, las Hermanitas del Cordero y diversas entidades que velan por los indigentes

Una multitud se reunió en la plaza de la Basílica de la Merced para celebrar el Año Jubilar de la Misericordia con los sin techo. Tal como expresó el rector de la parroquia, Mn. Joan Martínez Porcell, los «sin voz», «la gente de la calle, aquellos anónimos que a menudo son invisibles para la sociedad»

El rector de la Merced, indigentes, amigos de estos, miembros del Cotolengo y congregaciones dedicadas a la gente sin hogar, como las Hermanitas del Cordero o las Hermanas Calcuta, se sumaron a este acto de celebración. No faltaron ni el obispo Mons. Sebastià Taltavull, ni el arzobispo Mons. Juan José Omella, encargado de presidir el acto.

La Puerta del Cielo

Antes de atravesar la Puerta Santa, Mn. Percell leyó una lectura del Evangelio para preparar a todos los peregrinos de la misericordia, y el arzobispo, a continuacióm, dirigió unas palabras a todos los presentes, sobre el significado de este paso.

«Es la Puerta de la casa de la madre que nos lleva al abrazo con su hijo Jesús, que murió por todos», dijo. «Es un signo de que un día todos nosotros tendremos que entrar por una puerta muy grande, que es la del Cielo». En este sentido, Omella recordó un verso de un poema de Miguel de Unamuno en el que dice:

» Agranda la puerta, Padre,

porque no puedo pasar.

La hicieron para los niños,

yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas las puertas,

achícame por piedad.

Vuélveme a la edad aquella

en que vivir es soñar”.

El arzobispo pidió a todos los presentes su «pequeñez» por la acogida entre los braçosde la Virgen, de manera que Esta los lleve al amor de Dios para recibir, así, su misericordia.

«Somos dioses»

Después de entrar en procesión, la misa solemne comenzó, con la iglesia capitaneada por la Virgen de la Merced y llena a rebosar, donde resonaban los cantos de las Hermanitas del Cordero.

La homilía del arzobispo se dirigió a todos y cada uno de los presentes, tan queridos por Dios, tal como insistió Omella, que explicó el misterio de este Año de la Misericordia. Según dijo, este Año Jubilar sirve para descubrir que «Dios me ama, que somos alguien importante e imagen de Dios, con una dignidad». Como hijos de Dios, añadió, nadie es más importante que nosotros, porque «somos dioses».

Merienda y representación

Después de la Eucaristía, todos merienda juntos a las puertas de la Iglesia, con una comida servida por los Jovenes de San José. Mientras unos trataban de hacerse con un bombo, otros hablaban y otros estaban pendientes de lo que lo necesitaban. Omella aprovechó para relacionarse con los miembros de las entidades y conocer más esta comunidad viva de la Iglesia de Barcelona.

Para redondear la celebración, los esperaba una obra de Teatro, coordinada por un hermano del cordero e interpretada por los sin techo. Una representación muy familiar. donde el título era lo que se respiraba ese día: la Misericordia.

Una multitud reunió en la plaza de la Basílica de la Merced para celebrar el Año Jubilar de la Misericordia con los sin techo. Tal como expresó el rector de la parroquia Mn. Joan Martínez Porcell los «sin voz», «la gente de la calle, aquellos anónimos que a menudo son invisibles para la sociedad»
El rector de la Merced, indigentes, amigos de estos, miembros del Cotolengo, y congregaciones dedicadas a la gente sin hogar como las Hermanitas del Cordero o las Hermanas Calcuta, se sumaron a este acto de celebración. No faltaron ni el obispo Mons. Sebastià Taltavull, ni el arzobispo Mons. Juan José Omella, encargado de presidir el acto.
La Puerta del Cielo
Antes de atravesar la Puerta Santa, Mn. Cochinillo leyó una lectura del Evangelio para preparar todos los peregrinos de la misericordia, y el arzobispo dirigió unas palabras a todos los presentes, sobre el significado de este paso.
«Es la Puerta de la casa de la madre que nos lleva al abrazo con su hijo Jesús, que murió por todos», dijo. «Es un signo de que un día todos nosotros tendremos que entrar por una puerta muy grande, que es la del Cielo». En este sentido, Omella recordó un verso de un poema de Miguel de Unamuno en el que dice:
«Agrandar la puerta, Padre,
Porque no puedo pasar.
La hicieron para los niños,
yo he crecido en mi pesar.
Si no me agrandas las puertas,
achícame miedo piedad.
Vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar «.
 
El arzobispo pidió a todos su «pequeñez» por la acogida entre los braçosde la Virgen, de manera que los lleves al amor de Dios para recibir así su misericordia.
«Somos Dioses»
Después de entrar en procesión, la misa solemne comenzó, con la iglesia capitaneada por la Virgen de la Merced y llena a rebosar, donde resonaban los cantos de las Hermanitas del Cordero.
La homilía del arzobispo se dirigió a todos y cada uno de los presentes, tanto queridos por Dios, tal como insistió Omella, que explicó el misterio de este Año de la Misericordia. Según dijo, este Año Jubilar sirve para descubrir que «Dios me ama, que somos alguien importante e imagen de Dios, con una dignidad». Como hijos de Dios añadió, nadie es más importante que nosotros, porque «somos dioses».
Merienda y representación
Después de la Eucaristía, todos merienda juntos a las puertas de la Iglesia, con una comida servida por los Jovenes de San José. Mientras unos trataban de hacerse con un bombo, otros hablaban y otros estaban pendientes de lo que lo necesitaban. Omella aprovechó para relacionarse con los miembros de las entidades y conocer más esta comunidad viva de la Iglesia de Barcelona.
Para redondear la celebración, los esperaba una obra de Teatro, coordinada por un hermano del cordero e interpretada pelos sin techo. Una representación con mucho calor, donde el título era lo que se respiraba ese día: la Misericordia.Traductor de Google per a empreses:Translator ToolkitTraductor de llocs webGlobal Market Finder

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