Lesbos, del horror a la incerteza
Un padre y un hijo hacen una charla sobre los hechos que se están viviendo en el campo de refugiados sirios, a partir de la experiencia que vivieron de primera mano

La entidad ACAT (Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura) organizó en el Casal Loiola una charla en torno al testimonio de un padre y un hijo, el Rafael y Guillem Simón, y su estancia en la Isla de Lesbos. Estos explicaron su experiencia con todo detalle y transmitieron, de primera mano, el testimonio de todos aquellos refugiados que han sufrido y sufren las coseqüències de la guerra de Siria.
Testimonio de Lesbos
«La idea de ir a Lesbos surgió de manera repentina» dicen; pero esto no sale de un impulso, de un momento de espontaneidad. En Rafael y Guillem tienen arraigado en su interior, el vivir y servir a los demás. La historia pasada de Rafael, así lo confirma.
Padre e hijo, y de hecho, toda la familia, toman la opción de tomarse una semana e ir a Lesbos a dar una mano. Su interior los llama, para hacer algo, ya que aquella situación que están viviendo los refugiados es extrema y se necesitan manos para ayudar a todas las personas que van llegando a Europa, huyendo del conflicto y del horror de la guerra y la persecución . Personas que lo que quieren es recuperar lo que era una vida digna.
La vieja Europa que abría los brazos y se hinchaba el pecho con una acogida masivo de refugiados se vuelve en la triste realidad de esta Europa que cierra fronteras y tramita órdenes de expulsión. Pero, Guillem y Rafael sólo quieren ayudar; «Acompañar y servir» como muchos otros voluntarios anónimos que sienten la llamada de la ayuda humanitaria. Llegan a la isla de Lesbos (a 9km de la costa turca) y se encuentran que prácticamente ya no llegan lanchas y botes pues el gobierno griego y los guarda-costas ahora interceptan las embarcaciones antes de que toquen el suelo.
Las playas están a besar de los chalecos y botes que han usado los refugiados. Barcos de un solo trayecto. Viajes hacia la libertad que hunden las economías de los que pueden pagar «el pasaje». La permisividad a que las mafias hagan negocio.
La ayuda al Campo de Registro de los refugiados que llegan, se concreta en organizar la ropa y material que llega de los países del «primer» mundo. También tareas de repartir sopa caliente y distribuir ropa seca. Y también la de escuchar los primeros testimonios de los que creen llegar a tierra segura.
En Lesbos había una organización y logística extraordinaria. Las diferentes organizaciones de voluntarios estaban muy bien coordinadas y, incluso, podías saber en todo momento donde era necesaria la ayuda y las tareas a realizar. Pero, no todo el mundo puede llegar a Europa. Sólo hay permisos de acogida por iraquíes, Afganos y Sirios, las guerras reconocidas por Europa. Otras personas que también huyen de los conflictos bélicos de sus países no podrán entrar. Pero no lo saben.
Acompañan a la gente hasta Atenas y allí de nuevo se encuentran en campos asistenciales. No tan bien organizados como Lesbos pero siempre con el mismo deseo, llegar a Macedonia y comenzar el camino para Europa hasta los países de destino. Aquí los campos están llevados por griegos y hay campos de atención primaria. Pero la mirada es a Idomeneo, la frontera. Allí termina el primer paso por Europa.
A Idomeneo, Rafael y Guillem reencuentran personas que acompañaron a Lesbos y ahora esperan cruzar la frontera.
La paradoja natural que explica Rafael es que para «nosotros» era un éxito que hubieran llegado a la frontera y «para ellos» era el primer paso de una serie de etapas hasta su destino. Todavía quedaban muchas jornadas de frío, lluvia, muerte, dolor y de vez en cuando de distracciones gracias a los voluntarios.
Con un sabor agridulce vuelven a casa pero quienes los escuchamos somos conscientes de que en aquellos días han aliviado el dolor y la tristeza de muchos que lo han dejado todo y ahora tienen nada. Pero lo poco que les queda lo comparten. Y así lo destacan hechos concretos: Un trozo de manta se convierte en su casa, en el suelo. Y te invitan a sentarse y compartir lo que casi ni tienen. Una lección de desprendimiento y generosidad.
Son padres e hijos, preocupados por su familia, capaces de hacer una sonrisa y de distraer las horas con un partido de fútbol, ​​de ver un espectáculo de payasos, de jugar con juguetes, de dibujar e incluso de cantar las canciones que todo joven hoy canta. El móvil es la pieza clave, su contacto con su pasado (de donde vienen y los que han dejado atrás) y con su futuro (donde van y al que los acogerá). Por tanto, una prioridad es la de tener siempre la batería cargada.
Es impresionante ver cómo lo van perdiendo todo, el dinero, la ropa tradicional, las costumbres y hasta la dignidad. Y es indignante la respuesta de nuestros gobiernos y los intereses políticos y económicos que hay detrás de los conflictos. Como decía Rafael, de nuevo, el pueblo, la gente está por delante de los mandatarios y los gobiernos. Ellos regresaron con la sensación de que habían recibido mucho más de lo que fueron a dar.
Autor: Joan Tortajada