Las parroquias, precursoras de las cajas de ahorro
La advocación por la Virgen del Rosario, originalmente antes conocida como Virgen de los Huevos, permitió que las iglesias pudieran prestar dinero a los más necesitados sin ningún tipo de interés

En la época medieval, cada domingo se repetía la misma tradición. Las gallinas de cada parroquia daban huevos pero, como los domingos eran días de reposo, los huevos se guardaban para venderlos al día siguiente: la gente de los alrededores de la parroquia compraba estos huevos y el dinero que pagaban los ofrecían a la «Virgen de los Huevos». La imagen de esta Virgen se convertirá, con posterioridad, en la Virgen del Rosario aunque, en sus inicios, se la conocía por el cestillo que sostenía en uno de sus brazos. Era, a los pies de esta imagen, donde se dejaba el dinero y los huevos. Una vez vendidos todos los huevos, el dinero recaudado se guardaban en una caja que sólo se abría con tres llaves. Tres personas diferentes -el rector, el administrador y algún otro responsable- tenían una llave cada uno que, unidas, abrían la caja. Allí se depositaban el dinero de la venta de los huevos.
Interés cero
El dinero de la caja se destinaba a dos funciones: pagar los cirios para mantener la imagen de la «Virgen de los Huevos» siempre iluminada y hacer préstamos sin interés a aquellos que más lo necesitaban. Así, se adelantaba dinero para las dotes de las doncellas pobres o las deudas de las familias necesitadas. Era un acto de caridad de cada parroquia a través de la advocación por la «Virgen de los Huevos».