La recompensa de dar la vida por Dios

Fray Frederic de Berga y veinticinco compañeros capuchinos martirizados durante la Guerra Civil fueron declarados beatos en una ceremonia presidida por el Cardenal Angelo Amato

La archidiócesis de Barcelona ya cuenta con veintiséis beatos más. Se trata de Fray Frederic de Berga y veinticinco compañeros de la Orden de los capuchinos menores que murieron entre los años 1936-1939. La ceremonia de beatificación, con un tono muy franciscano, reunió a miles de personas entre capuchinos, familiares de los mártires y fieles de la diócesis. Llena a rebosar, los primeros bancos de la Catedral de Barcelona quedaron invadidos por frailes capuchinos. Presidida por el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la celebración comenzó con el rito de beatificación y, en concreto, con la lectura de la Carta apostólica que elevaba a los veintiséis capuchinos a los altares. La misa estuvo concelebrada por el Cardenal Sistach y por el nuncio, Mons. Renzo Fratini, así como por casi todos los demás obispos de la Tarraconense.

Una arqueta con una historia escondida

Después de leer la carta apostólica, se cantaron los gozos que se habían creado para la ocasión mientras se descubría un retablo dedicado a los mártires. Con la imagen del Cristo de San Damián como protagonista, los compañeros de Fray Frederic de Berga y él mismo llenaban los alrededores del retablo, que maravilló a todos los asistentes mientras entonaban «Dadnos vuestra fe valiente, hermanos mártires capuchinos».

Las reliquias de los beatos entraron en procesión hasta el altar donde el Cardenal Amato las incensó. La arqueta de madera donde se habían depositado los restos tenía una historia escondida: había sido utilizada, durante los años de la Guerra Civil, como un sagrario por uno de los capuchinos martirizados. También el cáliz utilizado durante la celebración pertenecía a un mártir.

Acto de misericordia en comunión 

La misa alternó el latín, el catalán y el castellano. En su homilía, el Cardenal Amato recordó que «durante la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, la Iglesia española se convirtió en un verdadero campo de muertes con la eliminación de víctimas inocentes». También recalcó que muchos eran jóvenes, con sueños de antemano, y aún así se dieron completamente a Dios.

La ceremonia de beatificación finalizó con las palabras de agradecimiento del Cardenal Sistach -quien admitió que es «un honor muy grande a nivel de nuestra fe» – y del ministro general de los frailes menores capuchinos, Mauro Johri, quien recordó que aún hoy hay personas que dan su vida por Dios tal como hicieron sus hermanos. Una vez terminada la eucaristía, el Cardenal Amato, junto con el Cardenal Sistach, saludó a las autoridades políticas: a la consejera de Gobernación, Meritxell Borràs; al consejero de Justicia, Germà Gordó; y al Director General de Asuntos Religiosos, Enric Vendrell.

La festividad que se ha escogido para celebrar el testimonio de fe de los capuchinos mártires es el 6 de noviembre.

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