La inclusión social de los pobres, un reto

Mons. Sebastià Taltavull Un problema global requiere una solución global, aunque nos implica a todos porque exige actitudes personales. Sin embargo, la angustia y la impotencia en que viven muchas familias e individuos hace que se llegue al punto de la desesperación porque el remedio no llega allí donde debe llegar. Lo constatamos en Cáritas [...]

Mons. Sebastià Taltavull

Un problema global requiere una solución global, aunque nos implica a todos porque exige actitudes personales. Sin embargo, la angustia y la impotencia en que viven muchas familias e individuos hace que se llegue al punto de la desesperación porque el remedio no llega allí donde debe llegar. Lo constatamos en Cáritas y en tantos otros organismos dedicados a afrontar una crisis que cada día genera más pobres. La codicia, la avaricia, el abuso de consumo y el acaparamiento injusto envenenan las relaciones humanas e impiden soluciones dignas. Por ello, hay que adoptar un estilo de vida más sencillo, junto con una mayor voluntad de compartir y una irrenunciable acción caritativa y solidaria.

Ahora, ya no sólo es la hipoteca, sino lo más básico, como la luz y el agua. Además de la ayuda cotidiana que aporte recursos de primera necesidad, existe la urgencia de atención psicológica y espiritual, el hecho es que todos estamos en situación de riesgo porque en cualquier momento podemos quedar totalmente desprotegidos. De ahí, los programas de prevención.

Por otra parte, nos anima ver cómo está aumentando el voluntariado social y la generosidad de quienes han entendido que el Evangelio de Jesús nos invita a tener las mismas preferencias y sentimientos que él. Entre nosotros, es frecuente tener que repartir y compartir, de forma totalmente gratuita, los propios bienes, salarios, vivienda, trabajo, transporte, salud, tiempo, habilidades, conocimientos y preparación profesional! Y, también, cuántas voces provenientes de instancias eclesiales, humanitarias, familiares, educativas y de medios de comunicación están pidiendo honestidad y más responsabilidad social! Esto son hechos positivos dignos de reconocer, alabar y agradecer. Son muchas las personas de buen corazón y mucha la semilla de Evangelio esparcida.

Además de financiera y económica, social, ecológica y de sentido, se constata que la crisis también afecta a las estructuras democráticas cuando con tanta facilidad se decantan derechos y valores fundamentales o se margina toda referencia trascendente. Por tanto, también hay una crisis de fe que crea desconfianza y debilita expectativas de futuro. Las nuevas pobrezas han abierto un escenario en el que no estábamos acostumbrados y, por ello, es bueno que cada uno observe cómo se sitúa y de qué manera vive y promueve los valores de la dignidad de la persona humana y del bien común, elementos claves para una regeneración personal y social. En estos momentos, la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii Gaudium -la alegría del Evangelio- nos es un excelente referente y una providencial ayuda.

Respondiendo a los desafíos actuales, Francisco dice «no a una economía de la exclusión y de la desigualdad», ya que es una economía que mata. «No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano que muere en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos de la bolsa» (EG 53). Por ello, dice «no a una cultura del descarte», donde los excluidos son sobrantes, como también dice «no a la nueva idolatría del dinero» (EG 55-56), y «no a un dinero que gobierna en lugar de servir» (EG 57-58). Deja muy claro que la fuente de donde partimos y la renovación que ofrecemos es el Evangelio, ya que en su mismo corazón está la vida comunitaria y el compromiso con los demás. Nos está proponiendo una «Iglesia en salida», de puertas abiertas y que se encarna, acoge y trabaja con todo el mundo desde la misericordia y la ternura, como Jesús, con una proximidad real y cordial.

Desde el primer día, deseando una Iglesia de los pobres y para los pobres, nos ha impresionado la sensibilidad evangélica y social del Papa Francisco. Un Papa que ora y que, antes de dar lecciones a nadie, habla de una impostergable renovación eclesial, proponiendo un retorno al Evangelio y una sincera conversión pastoral (cf. EG 27 y 32). Ruega al Señor «que nos regale más políticos que sufran de verdad por la sociedad, por el pueblo, por la vida de los pobres!», Porque -dice- «es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos». Entonces, nos interpela así: «Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido -dice- que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social» (EG 205). Antes ha dicho que «la desigualdad es la raíz de los males sociales».

Recientemente, la referencia que ha hecho a «otros exiliados» a los que ha llamado «exiliados escondidos», como son los niños y los ancianos, me ha hecho observar que también los jóvenes están sufriendo su exilio, cuando más del 53% de ellos no gozan de estabilidad social porque no encuentran trabajo ni disponen de lo más necesario para formar y mantener una familia. Los jóvenes, de hecho, son el revulsivo que la sociedad necesita para transformarse y crecer, pero esperan como muchos, en la misma sala de urgencias, que se les atienda. Ellos son parte de estos nuevos pobres que piden ser incluidos y tener un lugar digno que les devuelva la ilusión de vivir honradamente, rendir al máximo en bien de todos y manteniendo viva la esperanza.

La inclusión social de los pobres es hoy un reto para todos. La respuesta está en un compromiso social bien asumido y que nos impulse a todos a nuevas acciones transformadoras, obras y gestos de la vida cotidiana. Sabemos, como dice el Papa Francisco, que «de nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad» (EG 186). Este es el reto que tenemos. Y, desde la solidaridad, este es el cambio que se nos pide y en el que todos, pensando que toda legítima diferencia nos enriquece, nos podemos y nos debemos encontrar trabajando codo a codo, en un esfuerzo compartido sin ánimo de protagonismo y con la única intención de servir e incluir a los más pobres.

Artículo del obispo auxiliar de Barcelona, ​​Mons. Sebastià Taltavull, aparecido en La Vanguardia del pasado 5 de enero de 2014.

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