«La homilía, llamar a la puerta del corazón», por el obispo Sebastià Taltavull
[radioestel.com] El papa Francisco quiere que aprendamos la lección. Nos la acaba de dar en su primera exhortación apostólica refiriéndose a la homilía. En Asís, ya había dicho «¡fuera estas homilías interminables, aburridas, de las cuales no se entiende nada!». Lo decía pensando en quienes tenemos la labor de predicar, y añadía: «¿Cómo se puede predicar [...]

El papa Francisco quiere que aprendamos la lección. Nos la acaba de dar en su primera exhortación apostólica refiriéndose a la homilía. En Asís, ya había dicho «¡fuera estas homilías interminables, aburridas, de las cuales no se entiende nada!». Lo decía pensando en quienes tenemos la labor de predicar, y añadía: «¿Cómo se puede predicar si antes no hemos abierto el corazón, no hemos escuchado, en el silencio,la Palabrade Dios?»
Lo que nos pide es que, sintonizadas con la Palabra de Dios, seamos antenas que reciben para ser antenas que transmiten. «Preguntémonos —dice— ¿qué lugar ocupala Palabrade Dios en mi vida, en la vida de cada día?¿Estoy sintonizado en Dios o en tantas palabras de moda o en mí mismo?»
La homilía debe llamar a la puerta del corazón. En nuestras celebraciones litúrgicas, cuando acompañamos a los fieles con nuestras palabras y gestos, a quien queremos que se acerquen y se encuentren es con Jesucristo, Palabra de Dios, encarnado en la realidad humana y social en la que nos movemos cada día, y en el corazón de cada persona, hijo e hija de Dios.
A los pastores nos dice que la predicación requiere una seria evaluación, ya que son muchos los reclamos —son palabras suyas— que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer el desentendido. Es contundente cuando dice que «la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo» y que «es con la palabra que nuestro Señor se ganó el corazón de la gente».
Por eso, valora el tono maternal que debe tener la homilía. Dice que «la Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que habla a su hijo, una buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él». Es totalmente necesaria «la cercanía cordial del predicador, la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos». Pido al Señor que humildemente aprendamos la lección y que seamos ayudados para hacerlo bien.