La fe del hockey mueve medallas

[La Vanguardia] España, con el seminarista Litus Ballbé en sus filas, inicia su ascensión a la gloria Uno de los grandes triunfos españoles en Pekín fue lograr la plata del hockey. El valle de lágrimas que formaron los jugadores en la final tras perder contra Alemania supone ahora, cuatro años después, una anécdota. ¿Quien no [...]

[La Vanguardia]

España, con el seminarista Litus Ballbé en sus filas, inicia su ascensión a la gloria

Uno de los grandes triunfos españoles en Pekín fue lograr la plata del hockey. El valle de lágrimas que formaron los jugadores en la final tras perder contra Alemania supone ahora, cuatro años después, una anécdota. ¿Quien no firmaría la plata esta vez? Ahora mismo, a pocas horas del debut contra Pakistán, todos y nadie en la delegación española suscribirían subir al segundo cajón del podio. Todos, porque sería un gran resultado, y nadie, porque la espina sigue clavada. Hay fiebre del oro sobre la moqueta de Londres, que ha dejado de ser verde para teñirse de azul eléctrico y de rosa, el final que sí esperan lograr esta vez los hombres de Dani Martín en esta competición.

Hay un orgullo especial en ellos. Ese sentimiento de estar siempre en la élite y no sentirse inferior a nadie aunque sin dejar de ser conscientes de que “hay dos selecciones que están un peldaño por encima: Alemania y Australia”, reconoce el seleccionador. Hay orgullo y hay fe. Y no sólo por el hecho de que uno de los integrantes de la plantilla, Litus Ballbé, tenga mucha. Este catalán disputará sus primeros y últimos Juegos puesto que después de Londres volverá al seminario –donde ha conseguido una bula olímpica– para ordenarse sacerdote. No debería ser extraño, porque entre los jugadores de hockey españoles el porcentaje de universitarios es muy elevado y los abogados juegan codo con codo con los economistas y con los ingenieros de caminos.

Ballbé era “un católico de ir a misa los domingos y poco más”, según ha declarado él mismo, que estos días no ha parado de explicar su historia aunque en puertas del partido ha optado por el recogimiento y una cierta clausura. Pero en el 2005, en pleno Mundial sub’21 y en plena crisis deportiva del equipo, Ballbé se prometió que haría un viaje a Medjugorje (Bosnia), un centro de peregrinaje cristiano, si la selección sacaba adelante el campeonato. Se colgaron el bronce, y el posterior viaje a Bosnia aclaró las ideas al jugador barcelonés, de adolescencia difícil y con problemas serios de asma ya de pequeño.

 “En el vestuario me llaman ‘curita’ y más cosas que es mejor no decir”, sonríe el seminarista de 27 años que colgará botas y stick y se pondrá los hábitos a ser posible con una medalla…

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