La esperanza de un encuentro

El papa Francisco nos advierte de dos problemas que pueden ser una dificultad para que el itinerario de la fe haga su proceso normal y nos ayude a ser fieles

El itinerario cristiano se encuentra lleno de luminosas referencias. Entre otras, hay la del profeta humilde que no solo no se anuncia a sí mismo, sino que incluso es capaz de decir, señalando a Jesús: «Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar» (Jn 3,30). Hoy somos nosotros, la Iglesia, quien debe decirlo con humildad y convicción. Una Iglesia que debe ver a Juan Bautista como fiable referente para anunciar a Jesús, hoy. Sabemos que esta no es una visión fácil, porque a menudo nos ciega la tentación de predicarnos a nosotros mismos y nos invade el orgullo que quiere situarnos, por egoísmo, en el primer lugar.

Para evitarlo, el papa Francisco nos advierte de dos problemas que pueden ser una dificultad para que el itinerario de la fe realice su proceso normal y nos ayude a ser fieles. Son la «autorreferencialidad» que busca situarse a uno mismo en el centro de todo, y la «mundanidad espiritual» que bajo apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, lo que busca es la gloria humana y el bienestar personal. Tanto el uno como el otro son la causa de una manera sutil de buscar los propios intereses y no los de Jesucristo. Si lo que proporciona la alegría del Evangelio es el encuentro personal con Él y el secreto de ser cristiano, impedirlo puede frustrar toda la esperanza de un itinerario en el que la confianza debe ser su referente.

Toda voz, todo gesto a través del cual nos llega la Palabra de Dios aparece a menudo en una situación de desierto, lugar lleno de significado para el encuentro con el Señor. Un desierto en el que se experimenta la austeridad y la falta de recursos, donde la pobreza personal adquiere un valor que predispone a la receptividad. Cuando se acepta vivir en este desierto, cualquier noticia que llega es una buena noticia, cualquier descubrimiento da ánimos, cualquier esfuerzo conduce a lo que es esencial. Es urgente, pues, orientarse y transitar por caminos que mantengan viva la esperanza de un encuentro. La oración humilde y una actitud solidaria imperada por el amor pueden hacerlo posible.

 

Sebastià Taltavull Anglada

Obispo auxiliar de Barcelona

 

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